El Rey Revi­vi­do por Luhrmann

ELVIS. Aus­tra­lia, 2022. Un film de Baz Luhr­mann. 159 minutos

Des­pués de su estreno mun­dial en Can­nes final­men­te el públi­co cana­dien­se tie­ne opor­tu­ni­dad de juz­gar Elvis, una de las pelí­cu­las que gene­ró gran expec­ta­ti­va no solo por con­si­de­rar la figu­ra del indis­cu­ti­do rey del rock and roll sino por lle­var la fir­ma de Baz Luh­mann. El talen­to­so direc­tor aus­tra­liano tie­ne en su currí­cu­lum la rea­li­za­ción de fil­mes de gran espec­ta­cu­la­ri­dad como lo han sido Strictly Ball­room (1992), Romeo +Juliet (1996), Mou­lin Rou­ge (2001) y su penúl­ti­mo tra­ba­jo The Great Gatsby (2013); de allí que todo esta­ba con­fi­gu­ra­do para aguar­dar otra pelí­cu­la de igual enver­ga­du­ra. Se pue­de anti­ci­par que Elvis sin ser el mejor tra­ba­jo de Luhr­mann no deja­rá a nadie indi­fe­ren­te a tra­vés de la alu­ci­nan­te expe­rien­cia sen­so­rial vivi­da a lo lar­go de poco más de dos horas y media de metraje.

Aus­tin Butler

El pro­pó­si­to del rea­li­za­dor, valién­do­se del guión por él pre­pa­ra­do jun­to con Sam Bro­mell, Craig Pear­ce y Jeremy Doner, es el de des­cri­bir la rela­ción de Elvis (Aus­tin Butler) con el coro­nel Tom Par­ker (Tom Hanks) ‑que no era coro­nel como tam­po­co “Par­ker” fue su ver­da­de­ro nombre‑, su empre­sa­rio por espa­cio de 21 años. Es así que unos años des­pués de la muer­te de Elvis, es Par­ker quien en esta­do mori­bun­do des­de su lecho de enfer­mo pasa revis­ta a ese víncu­lo, seña­lan­do que si no hubie­ra sido por él, Elvis jamás habría sido el ído­lo incues­tio­na­ble que resul­tó ser.

Sin ser rigu­ro­sa­men­te una minu­cio­sa bio­gra­fía, el film sigue los pasos de Elvis, quien naci­do en Tupe­lo, Mis­sis­sip­pi, a los 13 años su fami­lia se muda a Memphis, Ten­nes­see. La influen­cia reci­bi­da de haber vivi­do su infan­cia en un vecin­da­rio afro­ame­ri­cano, se hará sen­tir al comen­zar su carre­ra artís­ti­ca, en don­de el juve­nil can­tan­te emplea en su reper­to­rio temas de blues, gós­pel, músi­ca country y hip hop, sin obvia­men­te des­car­tar el rock and roll.

El fun­da­men­tal impul­so pro­fe­sio­nal lo reci­be a prin­ci­pios de 1955 cuan­do Par­ker, hom­bre de gran expe­rien­cia en el mun­do del cir­co, le ofre­ce ser su pro­mo­tor artís­ti­co; aun­que en prin­ci­pio su madre Gla­dis (Helen Thom­son) se mues­tra cau­te­lo­sa de la pro­po­si­ción, final­men­te con el vis­to bueno de su mari­do Ver­non (Richard Rox­burgh) que­da fir­ma­do el con­tra­to que uni­rá a su hijo con Par­ker. Al poco tiem­po, ade­más de sus exi­to­sos con­cier­tos públi­cos, su fama alcan­za nive­les insos­pe­cha­dos con la difu­sión de sus con­cier­tos en la tele­vi­sión nacio­nal; asi­mis­mo su popu­la­ri­dad se inten­si­fi­ca con su incur­sión como actor en el mun­do del cine.

Ade­más de ilus­trar el ascen­so, estre­lla­to y caí­da del excep­cio­nal ícono, el film refle­ja la impla­ca­ble dis­cri­mi­na­ción exis­ten­te hacia los negros, la lucha por los dere­chos civi­les, los ase­si­na­tos de Mar­tin Luther King y Robert Ken­nedy como asi­mis­mo los impor­tan­tes cam­bios cul­tu­ra­les y socia­les de Esta­dos Uni­dos duran­te la déca­da del 60.

El gran des­plie­gue visual y musi­cal cons­ti­tu­ye uno de los sóli­dos pila­res del film como igual­men­te cabe des­ta­car la excep­cio­nal inter­pre­ta­ción que Butler rea­li­za como copro­ta­go­nis­ta del rela­to. Sin duda algu­na, el actor revi­ve la magia del des­en­fa­do de Elvis en sus actua­cio­nes fren­te al públi­co; cau­sa admi­ra­ción vien­do la for­ma en que con­tor­nea su cuer­po, sus expre­sio­nes facia­les y sobre todo en el movi­mien­to de sus pier­nas mien­tras ento­na las can­cio­nes jun­to con su gui­ta­rra; sen­ci­lla­men­te Butler des­lum­bra dan­do la impre­sión de que Elvis resu­ci­tó. En cuan­to a Hanks, mag­ní­fi­ca­men­te encar­na al amo­ral mani­pu­la­dor que en pro­cu­ra de un gran bene­fi­cio pecu­nia­rio sabe cómo con­tro­lar y explo­tar a su repre­sen­ta­do; con el ros­tro com­ple­ta­men­te maqui­lla­do su carac­te­ri­za­ción de Par­ker resul­ta en cier­tas oca­sio­nes cari­ca­tu­res­ca, aun­que pue­de que esa haya sido la inten­ción de Luhr­mann de que­rer así presentarlo.

No obs­tan­te los aspec­tos favo­ra­bles de esta pro­duc­ción, lo que no está sufi­cien­te­men­te esbo­za­do es lo que tra­sun­ta Elvis fue­ra del esce­na­rio. En los esca­sos momen­tos de inti­mi­dad, el rela­to escue­ta­men­te expo­ne el gran dolor cau­sa­do por la muer­te de su madre duran­te su esta­día en el ejér­ci­to, su roman­ce con Pris­ci­lla (Oli­via DeJon­ge), casa­mien­to, naci­mien­to de su hiji­ta Lise Marie, su exhaus­ti­va dedi­ca­ción pro­fe­sio­nal que malo­gró su matri­mo­nio, así como su afi­ción hacia las anfe­ta­mi­nas. Tam­po­co está del todo expli­ci­ta­da la rela­ción de Elvis con Par­ker, tenien­do en cuen­ta que tar­día­men­te el can­tan­te se per­ca­tó de la per­so­na­li­dad mefis­to­fé­li­ca y repug­nan­te de su repre­sen­tan­te quien adue­ñán­do­se del 50 por cien­to de los ingre­sos, inclu­yen­do la par­ti­ci­pa­ción en un con­tra­to millo­na­rio de 5 años en Las Vegas, lo abu­só finan­cie­ra­men­te con sus sucias maniobras.

Más allá de los repa­ros apun­ta­dos que­da como resul­ta­do un gran­di­lo­cuen­te espec­tácu­lo visual en don­de Luhr­mann rin­de tri­bu­to al Rey, un ícono cul­tu­ral que fue capaz de cau­sar una estre­me­ce­do­ra eufo­ria a mul­ti­tud de espec­ta­do­res a tra­vés del mun­do. Esta cró­ni­ca con­clu­ye con la men­ción de una nota nos­tál­gi­ca que se intro­du­ce en los cré­di­tos fina­les con “Unchai­ned Melody”, la últi­ma can­ción que se le escu­chó can­tar a Elvis en direc­to. Jor­ge Gutman