Una Tra­ve­sía Agitada

LA TRA­VER­SÉE DE LA MER INTÉ­RIEU­REAutor: Jean-Rock Gau­drealt – Direc­ción: Moni­que Ducep­pe – Elen­co: Michel Dumont, Pau­li­ne Mar­tín, Pie­rre-Fra­nçois Legen­dre — Deco­ra­dos: Nor­mand Blais — Ves­tua­rio: Fra­nçois Bar­beau – Ilu­mi­na­ción: Luc Prai­rie – Músi­ca Ori­gi­nal: Chris­tian Tho­mas. Dura­ción : 1h50 (sin entre­ac­to). Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 7 de diciem­bre de 2013 en el Théâ­tre Ducep­pe (www.duceppe.com)

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

Pierre-François Legendre y Michel Dumont

Pie­rre-Fra­nçois Legen­dre y Michel Dumont

El dra­ma­tur­go Jean-Rock Gau­dreault tran­si­ta en su nue­va obra en el cam­po de la polí­ti­ca; aun­que su apro­xi­ma­ción no es muy pro­fun­da, su con­te­ni­do pro­vee la sufi­cien­te dosis de inge­nio­si­dad a tra­vés de sus jugo­sos diá­lo­gos que en deter­mi­na­das ins­tan­cias pro­du­cen fran­ca hilaridad.

El pro­ta­go­nis­ta es Rosai­re Bou­chard de 70 años de edad que fue en el pasa­do un dipu­tado pro­vin­cial de Rober­val así como tam­bién ocu­pó el car­go de alcal­de de la muni­ci­pa­li­dad de Péri­bon­ka ubi­ca­da cer­ca de Lac Saint-Jean. Des­pués de haber esta­do lar­go tiem­po fue­ra del país y habien­do sufri­do la des­apa­ri­ción de su espo­sa tras una lar­ga enfer­me­dad, regre­sa al terru­ño con el pro­pó­si­to de pre­sen­tar­se en los sufra­gios que ten­drán lugar en la pro­vin­cia; para eso cuen­ta con el apo­yo incon­di­cio­nal de Solan­ge Lemieux, su leal cóm­pli­ce y asis­ten­te de toda la vida. Pero he aquí que los tiem­pos han cam­bia­do y la polí­ti­ca ha adqui­ri­do hoy en día mati­ces muy dife­ren­tes; de allí que el par­ti­do al cual per­te­ne­ce le envía a Eric Mar­tel-Des­for­ges, un joven estra­te­ga de 35 años de edad con la misión de ubi­car­lo mejor en la for­ma en que debe­be­rá des­en­vol­ver­se. Aun­que el anciano can­di­da­to no ve con bue­nos ojos esa intro­mi­sión no tie­ne otra opción que acep­tar los hechos tal como se presentan.

A par­tir de ese momen­to el públi­co es tes­ti­go de la con­fron­ta­ción gene­ra­cio­nal que se pro­du­ce entre un hom­bre de la vie­ja guar­dia y un joven de la nue­va gene­ra­ción digi­tal imbui­do de las redes socia­les y de todas las carac­te­rís­ti­cas aso­cia­das a esos con­flic­tos de intere­ses como resul­ta­do de la mane­ra de pen­sar de dos gene­ra­cio­nes edu­ca­das en épo­cas com­ple­ta­men­te diferentes.

En esen­cia, los idea­les o pun­tos de vis­ta de este polí­ti­co acé­rri­mo inde­pen­den­tis­ta que ha vivi­do la eta­pa de la revo­lu­ción tran­qui­la de Que­bec no jue­gan tan­to en el desa­rro­llo de esta pie­za como la con­fron­ta­ción de idea­les que ani­man al madu­ro Rosai­re y Éric. Aun­que esa dife­ren­cia cul­tu­ral es pre­sen­ta­da de mane­ra super­fi­cial, lo que valo­ri­za a esta pro­duc­ción es la pues­ta en esce­na así como el desem­pe­ño de los acto­res. La vete­ra­na direc­to­ra Moni­que Ducep­pe impri­me un rit­mo lo sufi­cien­te­men­te flui­do como para man­te­ner el inte­rés del públi­co a lo lar­go de su desa­rro­llo; en cuan­to a los acto­res, siem­pre cons­ti­tu­ye un pla­cer ver actuar a Michel Dumont quien ofre­ce los mati­ces nece­sa­rios para trans­mi­tir la tra­ve­sía inte­rior de un hom­bre que a pesar de su gran luci­dez se encuen­tra des­en­fo­ca­do de la reali­dad polí­ti­ca actual; a su lado tan­to Pau­li­ne Mar­tin, como la asis­ten­te, Pie­rre-Fra­nçois Legen­dre como el repre­sen­tan­te de la nue­va gene­ra­ción y la bre­ve inter­ven­ción de Marc Legault como un vie­jo cama­ra­da de Rosai­re, com­ple­tan el efi­cien­te elen­co de esta agra­da­ble expe­rien­cia teatral.

Un Caso Judi­cial De Gran Resonancia

SEEDS

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

La Com­pa­ñía Cen­taur dio a cono­cer la segun­da pro­duc­ción de su tem­po­ra­da. Se tra­ta de Seeds, una obra que ya se pre­sen­tó en Mon­treal en 2005 y en otros luga­res del país. De carac­te­rís­ti­cas muy espe­cia­les, se pue­de afir­mar que la dra­ma­tur­ga Anna­bel Sou­tar se ha apar­ta­do de la estruc­tu­ra con­ven­cio­nal de lo que se escri­be para tea­tro, a fin de abor­dar una obra de carac­te­rís­ti­cas docu­men­ta­les. Esto es así por­que su con­te­ni­do está basa­do en las inves­ti­ga­cio­nes que la auto­ra reali­zó sobre uno de los casos judi­cia­les que tuvie­ron reso­nan­cia en Cana­dá y en don­de la jus­ti­cia se pro­nun­cia en 2004.

Todo se ori­gi­na a par­tir del momen­to en que Per­ci Sch­mei­ser, un audaz gran­je­ro de Sas­kat­che­wan fue obje­to de una deman­da judi­cial por par­te de la cor­po­ra­ción Mon­san­to, todo un gigan­te de la bio­tec­no­lo­gía por haber infrin­gi­do el uso de la paten­te por la mis­ma sus­ten­ta­da. La acu­sa­ción en con­cre­to es que según Mon­san­to el gran­je­ro cul­ti­va­ba ile­gal­men­te en su terreno gra­nos de semi­lla de col­za más cono­ci­do con el nom­bre de cano­la gené­ti­ca­men­te modi­fi­ca­das, que al estar paten­ta­do es nece­sa­rio pagar al deten­tor de sus dere­chos. El cam­pe­sino adu­jo que esas semi­llas habían sido apor­ta­das por el vien­to y que por lo tan­to no incu­rrió en nin­gún acto ile­gal. Como es sabi­do, de esas semi­llas se obtie­ne el cono­ci­do acei­te cuyo prin­ci­pal uso es ali­men­ta­rio y emplea­do para la coci­na y para la ela­bo­ra­ción de cier­tas comidas.

El caso es que esa que­re­lla, con un David enfren­tán­do­se a un pode­ro­so Goliath, fue ape­la­da por Sch­mei­ser has­ta lle­gar a los esta­dios de la Cor­te Supre­ma de Jus­ti­cia de Cana­dá don­de el 21 de mayo de 2004, en una vota­ción reñi­da de 5 con­tra 4 miem­bros, oro­du­jo un fallo favo­ra­ble a la cor­po­ra­ción legi­ti­man­do de ese modo el uso de su paten­te y esta­ble­cien­do el camino para que otras com­pa­ñías bio­tec­no­ló­gi­cas pue­dan tam­bién hacer valer sus dere­chos. Este acon­te­ci­mien­to tuvo difu­sión mun­dial así como radi­ca­li­zó la posi­ción de aque­llos gru­pos que se opo­nen a los orga­nis­mos gené­ti­ca­men­te modificados.

En base a lo que acon­te­ce el públi­co asis­te a una suer­te de docu­men­tal don­de ade­más de tener una bre­ve par­ti­ci­pa­ción algu­nos de los espec­ta­do­res asis­ten­tes, apa­re­cen como tes­ti­gos de ambas par­tes que­re­llan­tes un buen núme­ro de cien­tí­fi­cos cuyas argu­men­ta­cio­nes son real­men­te difí­ci­les de poder ser com­pren­di­das por el públi­co corrien­te que no es exper­to en la mate­ria y que fun­da­men­tal­men­te no tie­ne la pre­pa­ra­ción nece­sa­ria como para poder absor­ber en for­ma com­ple­ta lo que se está diciendo.

Sal­vo la extra­or­di­na­ria actua­ción de Eric Peter­son como el gran­je­ro y la de Lii­sa Repo-Mar­tell en otra bri­llan­te actua­ción como la dra­ma­tur­ga que rea­li­za la inves­ti­ga­ción y la jue­za de la Cor­te Supre­ma, los res­tan­tes miem­bros del elen­co inte­gra­do por Chris­ti­ne Beau­lie, Bru­ce Dins­mo­re, Mariah Inger, Tan­ja Jacobs, Cary Law­ren­ce y Alex Iva­no­vi­ci des­cue­llan en la trans­for­ma­ción reque­ri­da para desem­pe­ñar sus nume­ro­sos roles así como en el cam­bio de ves­tua­rio que exi­ge una rapi­dez excep­cio­nal para modi­fi­car la apa­rien­cia físi­ca. La direc­ción de Chris Abrahm­son repre­sen­ta otro tour de for­ce al lograr flui­da­men­te la incor­po­ra­ción simul­tá­nea y suce­si­va de los acto­res hablan­do muchas veces al mis­mo tiem­po sin que el rit­mo fre­né­ti­co de cier­tos momen­tos se con­vier­ta en caos; al pro­pio tiem­po, hace exce­len­te uso de las cáma­ras de video.

Final­men­te la sofis­ti­ca­da esce­no­gra­fía de Julie Fox es otro de los gran­des logros don­de el espa­cio cen­tral está dise­ña­do como un gran labo­ra­to­rio de inves­ti­ga­ción pero al pro­pio tiem­po per­mi­te, cuan­do así se requie­re, que par­te del esce­na­rio se con­vier­ta en el living del granjero. 

La obra se repre­sen­ta en uno de los dos tea­tros del Cen­taur has­ta el 24 de noviem­bre inclusive.

Un Gran Film Sobre La Esclavitud

12 YEARS A SLA­VE. Esta­dos Uni­dos-Gran Bre­ta­ña 2013. Un film de Ste­ve McQueen 

Aun­que el tema de la escla­vi­tud ha sido tra­ta­do en innu­me­ra­bles opor­tu­ni­da­des por el cine ame­ri­cano –des­de Lo que el Vien­to se Lle­vó (1939) has­ta Djan­go Des­en­ca­de­na­do (2012)- este film de Ste­ve McQueen es el más elo­cuen­te, vis­ce­ral, bru­tal y des­car­na­do sobre el tema. Si el siglo XX espan­tó al mun­do con los horro­res del Holo­caus­to, no menos dolo­ro­so es pen­sar en la tra­ge­dia vivi­da en Esta­dos Uni­dos con la ins­ti­tu­ción legal de la escla­vi­tud has­ta su abo­li­ción en 1863, don­de por el color de su piel la mayo­ría negra afro­ame­ri­ca­na había sido tra­ta­da prác­ti­ca­men­te como gana­do des­ti­na­do al mata­de­ro. 

Lo que dis­tin­gue a este film de muchos otros es que a pesar de tra­tar­se de un rela­to de fic­ción está basa­do en las memo­rias de Solo­mon Northup, el noble negro de alma blan­ca, quien des­pués de los vejá­me­nes sufri­dos por más de una déca­da brin­dó el tes­ti­mo­nio escri­to de su des­cen­so a los infier­nos. Así y en la exce­len­te adap­ta­ción de John Rid­ley, Mc Queen ofre­ce con su ter­cer film –sin duda el más direc­to e impor­tan­te des­pués de Hun­ger (2008) y Sha­me (2011)- un docu­men­to vital que pare­ce­ría adqui­rir el carác­ter de un docu­men­tal don­de el rea­li­za­dor le pide a la víc­ti­ma Northup que rela­te su odisea.

Benedict Cumberbatch y Chiwetel Ejiofor

Bene­dict Cum­ber­batch y Chi­we­tel Ejiofor

La acción comien­za en 1841, don­de vemos a Northup (Chi­we­tel Ejio­for) vivien­do en Sara­to­ga –Nue­va York- jun­to a su fami­lia. Se tra­ta de un hom­bre negro edu­ca­do que se desem­pe­ña exi­to­sa­men­te como vio­li­nis­ta y sien­do libre está lejos de expe­ri­men­tar los tor­men­tos de la escla­vi­tud que sufren los afro­ame­ri­ca­nos sure­ños. Un buen día, enga­tu­sa­do por unos embau­ca­do­res que se hacen pasar como empre­sa­rios del mun­do del espec­tácu­lo, es invi­ta­do a via­jar con ellos a Washing­ton para efec­tuar algu­nas actua­cio­nes como músi­co; ahí es vil­men­te secues­tra­do y de la noche a la maña­na se encuen­tra enca­de­na­do en una habi­ta­ción vacía como escla­vo. A pesar de pro­tes­tar y adu­cir que él es un hom­bre libre, su inme­dia­to lúgu­bre des­tino que­da mar­ca­do cuan­do es envia­do a Loui­sia­na, des­pro­vis­to de su iden­ti­dad, rebau­ti­za­do como Platt Hamil­ton y ven­di­do por un comer­cian­te de escla­vos (Paul Gia­mat­ti) a Ford (Bene­dict Cum­ber­batch), el due­ño de una plan­ta­ción del lugar. Este hom­bre lo tra­ta bien — con­si­de­ran­do la cul­tu­ra impe­ran­te de los pro­pie­ta­rios de escla­vos- y has­ta lo incen­ti­va a tocar el vio­lín, pero al ser reven­di­do en dos opor­tu­ni­da­des cae final­men­te en manos de Edwin Epps (Michael Fas­ben­der), due­ño de una explo­ta­ción algo­do­ne­ra; es ahí don­de en manos de este des­pia­da­do y sal­va­je amo, tan­to Solo­mon como el res­to de los escla­vos son tra­ta­dos con total impie­dad y feroz­men­te cas­ti­ga­dos si no cum­plen con la reco­lec­ción de cier­ta cuo­ta dia­ria de algo­dón. Afor­tu­na­da­men­te no todas son pie­dras las que el vio­li­nis­ta encuen­tra en su camino; así, la lle­ga­da de Samuel Bass (Brad Pitt), un car­pin­te­ro cana­dien­se que se con­mi­se­ra de los escla­vos, les abre la posi­bi­li­dad aun­que cier­ta­men­te difí­cil de poder esca­par de ese infierno; de algún modo el mila­gro se pro­du­ce para Solo­mon al recu­pe­rar su liber­tad en 1853. 

Esta es una his­to­ria muy tris­te y dura de dige­rir fren­te a la mali­cia y extre­ma cruel­dad infli­gi­da por detes­ta­bles indi­vi­duos blan­cos hacia inde­fen­sos y vul­ne­ra­bles negros ino­cen­tes quie­nes des­po­seí­dos de su liber­tad debie­ron afron­tar innu­me­ra­bles humi­lla­cio­nes y cas­ti­gos. Pero a tra­vés de per­so­na­jes ver­da­de­ros como los de nues­tro héroe tam­bién que­da refle­ja­do has­ta qué pun­to un hom­bre es capaz de man­te­ner su dig­ni­dad a pesar de la bru­ta­li­dad sufri­da en su cal­va­rio. 

El retra­to que ofre­ce McQueen es nada menos que excep­cio­nal tra­tan­do de repro­du­cir la his­to­ria de una vida extra­or­di­na­ria sin caer en el sen­sa­cio­na­lis­mo ni en la sadis­ta mor­bo­si­dad para poder impre­sio­nar; por el con­tra­rio, sin fal­so dra­ma­tis­mo el rea­li­za­dor uti­li­za una narra­ti­va sobria pero lle­gan­do a con­mo­ver has­ta la médu­la en la des­crip­ción de la mise­ria ruti­na­ria atra­ve­sa­da por los escla­vos. 

Entre los méri­tos del film cabe men­cio­nar a Ejio­for, un actor que aun­que expe­ri­men­ta­do aquí asu­me por pri­me­ra vez un rol pro­ta­gó­ni­co. En una com­ple­ja y difí­cil carac­te­ri­za­ción, es fun­da­men­tal­men­te a tra­vés de movi­mien­tos ges­tua­les y su pro­fun­da mira­da don­de trans­mi­te a la audien­cia el dolor y la indig­na­ción que expe­ri­men­ta pero sin doble­gar su orgu­llo y la noble­za de su per­so­na. Entre los otros acto­res se dis­tin­gue Fass­ben­der como el demo­nía­co y mons­truo­so escla­vis­ta capaz de infli­gir los daños más atro­ces a sus cau­ti­vos pri­sio­ne­ros; no menos des­ta­ca­ble es la par­ti­ci­pa­ción de Lupi­ta Nyong’o ani­man­do a una humil­de escla­va que debe satis­fa­cer sexual­men­te al bru­tal Epps y a su vez sufrir los lati­ga­zos impues­tos por su celo­sa espo­sa (Sarah Paul­son). 

A pesar de su dure­za y de las abe­rran­tes esce­nas de vio­len­cia que con­tie­ne, este film ade­más de alta­men­te reco­men­da­ble para el públi­co en gene­ral por su gran cali­dad, lo es en espe­cial para las nue­vas gene­ra­cio­nes a fin de que adquie­ran con­cien­cia de lo que sig­ni­fi­có la escla­vi­tud como ins­ti­tu­ción des­truc­ti­va del géne­ro humano. Eso es impor­tan­te por­que la escla­vi­tud no ha que­da­do com­ple­ta­men­te eli­mi­na­da en nume­ro­sos paí­ses; lamen­ta­ble­men­te millo­nes de per­so­nas viven hoy día en con­di­cio­nes de ser­vi­dum­bre como si fue­ran real­men­te escla­vos. 

Con­clu­sión: Un exce­len­te dra­ma de impres­cin­di­ble visiónJor­ge Gutman

Un Club Honorable

DALLAS BUYERS CLUB. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film de Jean-Marc Vallée

Matthew McConaughey

Matthew McConaughey

Con una inter­pre­ta­ción excep­cio­nal de Matthew McCo­naughey, el film se cen­tra en Ron Woo­droof, un hom­bre de Texas que vien­do su vida ame­na­za­da por el SIDA comien­za una cru­za­da úni­ca para tra­tar de sal­var­se así como tam­bién ayu­dar a otros pacien­tes aque­ja­dos del mis­mo mal. 

A tra­vés de la ele­gan­te narra­ción ofre­ci­da por el rea­li­za­dor cana­dien­se Jean-Marc Vallée, el públi­co lle­ga a cono­cer a Ron Woo­droof (McCo­naughey), un rús­ti­co y beli­ge­ran­te elec­tri­cis­ta de Dallas quien ade­más es muje­rie­go, adic­to a la bebi­da y deci­di­da­men­te homó­fo­bo. Cuan­do como con­se­cuen­cia de un acci­den­te de tra­ba­jo que sufre en julio de 1985 es hos­pi­ta­li­za­do, se ente­ra de ser por­ta­dor del virus del SIDA y que solo le res­ta un mes de vida. Aun­que en esa épo­ca no se sabía mucho de esta extra­ña enfer­me­dad, lo úni­co cla­ro era que el mal afec­ta­ba mayo­ri­ta­ria­men­te a la comu­ni­dad gay que man­te­nía rela­cio­nes sexua­les; de allí que vien­do insul­ta­da su mas­cu­li­ni­dad y no cre­yen­do en el diag­nós­ti­co obte­ni­do Ron reac­cio­na hos­til­men­te con­tra los médi­cos que lo atien­den (Denis O’Hare y Jen­ni­fer Gar­ner) aban­do­nan­do el hospital. 

Al ver que su esta­do físi­co comien­za a dete­rio­rar­se y al negar­se a acep­tar su sen­ten­cia de muer­te, este hos­co indi­vi­duo deci­de efec­tuar una inves­ti­ga­ción en la biblio­te­ca local –el sitio web aún era des­co­no­ci­do- sobre el ori­gen de su enfer­me­dad así como de la exis­ten­cia de cier­tos medi­ca­men­tos efi­ca­ces exis­ten­tes fue­ra del país pero no apro­ba­dos aún por la FDA (Food and Drug Admi­nis­tra­tion). En con­se­cuen­cia deci­de des­pla­zar­se a la fron­te­ra mexi­ca­na don­de se con­tac­ta con un médi­co ame­ri­cano sin licen­cia (Grif­fin Dun­ne) que ha obte­ni­do bue­nos resul­ta­dos con tra­ta­mien­tos alter­na­ti­vos; a par­tir de allí, y con­cien­te de la nue­va reali­dad que le toca afron­tar, Ron comien­za a con­tra­ban­dear dro­gas medi­ci­na­les que ya no solo pro­ven­drán de Méxi­co sino tam­bién de otros luga­res del mundo. 

Lo intere­san­te de esta his­to­ria real es que aun­que cons­ti­tu­ya una acer­ba crí­ti­ca con­tra las ins­ti­tu­cio­nes médi­cas y cor­po­ra­cio­nes far­ma­céu­ti­cas ame­ri­ca­nas al demos­trar sus falen­cias en el tra­ta­mien­to de la enfer­me­dad que ha cobra­do tan­tas víc­ti­mas, el film en últi­ma ins­tan­cia cons­ti­tu­ye un meticu­loso estu­dio de la per­so­na­li­dad de un indi­vi­duo que en el trans­cur­so de su lucha por lega­li­zar medi­ca­men­tos que ali­vien males incu­ra­bles va cam­bian­do su for­ma de pen­sar y actuar. Den­tro de ese con­tex­to, resul­ta enco­mia­ble la rela­ción impro­ba­ble que lle­ga a enta­blar con Rayon (mag­ní­fi­ca carac­te­ri­za­ción de Jared Leto), un tran­se­xual dro­ga­dic­to a quien cono­ció duran­te su per­ma­nen­cia en el hos­pi­tal; con él lle­ga­rá a fun­dar un club don­de la gen­te afec­ta­da de SIDA, a tra­vés del pago de una cuo­ta men­sual pue­de tener acce­so a los medi­ca­men­tos no pro­vis­tos por el sis­te­ma de salud de los Esta­dos Unidos. 

Tan­to la logra­da direc­ción de Vallée como el exce­len­te guión de Craig Bor­ten y Meli­sa Wallack, con­tri­bu­yen a que este film, lejos de ape­lar a arti­fi­cio­sos sen­ti­men­ta­lis­mos, lle­gue a cual­quier tipo de audien­cia capaz de apre­ciar y sen­tir qué es lo que sig­ni­fi­ca pade­cer de un terri­ble mal bus­can­do con deses­pe­ra­ción una medi­ci­na que pue­da socorrerlo. 

Como al prin­ci­pio se seña­ló, la inter­pre­ta­ción de McCo­naughey cau­sa admi­ra­ción y sin duda impo­si­ble de olvi­dar. Si físi­ca­men­te resul­ta irre­co­no­ci­ble con la pér­di­da de peso logra­da para brin­dar la idea de una per­so­na dema­cra­da por la enfer­me­dad, lo sor­pren­den­te es de qué modo el cari­lin­do actor se ha con­ver­ti­do en un intér­pre­te de gran enver­ga­du­ra; así y con total con­vic­ción, se sumer­ge por com­ple­to en la piel del macho anti­hé­roe que se trans­for­ma en un auto­di­dac­ta cien­tí­fi­co del virus del SIDA y en su via­je inte­rior de auto­des­cu­bri­mien­to logra redi­mir­se como un hom­bre tole­ran­te y afec­tuo­so que brin­da su apo­yo y cari­ño hacia indi­vi­duos que antes había des­pre­cia­do y pade­cen del mis­mo sín­to­ma. No menos impor­tan­te es la par­ti­ci­pa­ción de Leto quien ofre­ce una huma­na carac­te­ri­za­ción de una per­so­na que ha logra­do rom­per la cora­za homo­fó­bi­ca de Ron. En los cré­di­tos fina­les del film se indi­ca que Woo­droof logró vivir has­ta 1992. 

Con­clu­sión: Un film bella­men­te rea­li­za­do y que abor­dan­do un urti­can­te tema cuen­ta con la insu­pe­ra­ble actua­ción de McCo­naughey. Jor­ge Gutman

Un Tríp­ti­co Interesante

TRIPTY­QUE (Triptych). Cana­dá, 2013. Un film de Pedro Pires y Robert Lepage

Basa­do en la pie­za « Lipsynch » del gran dra­ma­tur­go cana­dien­se Robert Lepa­ge, lle­ga a la pan­ta­lla una mag­ní­fi­ca adap­ta­ción diri­gi­da por el autor con­jun­ta­men­te con Pedro Pires sin que de modo alguno acu­se su estruc­tu­ra tea­tral. El resul­ta­do es una obra de alien­to artís­ti­co don­de su emo­ti­vo con­te­ni­do va uni­do a una rique­za visual que satis­fa­rá a la audien­cia selectiva.

Frédérike Bédard

Fré­dé­ri­ke Bédard

Estruc­tu­ra­do en tres par­tes, cada una de las mis­mas res­pon­de a un per­so­na­je espe­cí­fi­co aun­que todos están ínti­ma­men­te vin­cu­la­dos entre sí. El pri­mer capí­tu­lo enfo­ca a Miche­lle (Lise Cas­ton­guay), una per­so­na de edad madu­ra que deja la ins­ti­tu­ción psi­quiá­tri­ca don­de esta­ba inter­na­da; aun­que no del todo recu­pe­ra­da de la esqui­zo­fre­nia que la aque­ja es ins­ta­da a que siga con los medi­ca­men­tos pres­crip­tos. Reanu­dan­do con su acti­vi­dad habi­tual se la ve con­for­ta­ble tra­ba­jan­do en una vie­ja libre­ría de la ciu­dad de Que­bec don­de demues­tra poseer un muy buen cono­ci­mien­to lite­ra­rio. Pron­to reci­be la visi­ta de su her­ma­na Marie (Fré­dé­ri­ke Bédard) acom­pa­ña­da de su novio Tho­mas (Hans Pies­ber­gen), a fin de saber cómo ella se encuentra.

El segun­do seg­men­to que trans­cu­rre en Lon­dres se cen­tra en Tho­mas, un neu­ro­ci­ru­jano ale­mán que se encuen­tra con la posi­bi­li­dad de un reti­ro for­za­do debi­do a un tem­blor que aque­ja a sus manos. Lle­ga a cono­cer a Marie cuan­do se le des­cu­bre un tumor cere­bral y él le reco­mien­da que sea ope­ra­da. El tra­to entre médi­co y pacien­te ori­gi­na­rá un víncu­lo sen­ti­men­tal don­de Tho­mas pien­sa casar­se con ella y dejar a su espo­sa, una can­tan­te de ópe­ra (Rebec­ca Blan­kenship) con quien man­tie­ne un matri­mo­nio a la deri­va. Mon­treal es el esce­na­rio del capí­tu­lo final cuyo foco es Marie quien como can­tan­te de jazz teme per­der su voz como resul­ta­do de la ope­ra­ción; aun­que tem­po­ral­men­te eso ocu­rre, lo más impor­tan­te es que lle­ga a reco­no­cer la voz de su des­apa­re­ci­do padre.

Aun­que sin res­pon­der a un estric­to orden cro­no­ló­gi­co, no resul­ta difí­cil recom­po­ner la ila­ción de los suce­sos, pero lo más impor­tan­te de su con­te­ni­do es la for­ma en que sus per­so­na­jes tra­tan de comu­ni­car­se a tra­vés de la voz, las pala­bras y la memo­ria; a pesar de sus rela­ti­vas dis­ca­pa­ci­da­des físi­cas, cada uno de ellos tra­ta­rá de ajus­tar­se a la nue­va reali­dad tra­tan­do de ven­cer la sole­dad que los envuelve.

Con­clu­sión: Visual­men­te intere­san­te y de inne­ga­ble con­te­ni­do poé­ti­co, Lepa­ge y Pires han logra­do un tríp­ti­co inte­lec­tual­men­te esti­mu­lan­te, que a la vez tras­cien­de emo­cio­nal­men­te por su con­te­ni­do humano y sus sub­yu­gan­tes imá­ge­nes pic­tó­ri­cas.  Jor­ge Gutman