El Demo­nio de las Pistas

FAN­GIO: EL HOM­BRE QUE DOMA­BA LAS MÁQUI­NAS. Argen­ti­na, 2020. Un film de Fran­cis­co Macri (Dis­po­ni­ble en Netflix)

Este docu­men­tal rin­de tri­bu­to a Juan Manuel Fan­gio (1911 – 1995), con­si­de­ra­do como el más gran­de auto­mo­vi­lis­ta de todos los tiem­pos; esta apre­cia­ción está basa­da en un estu­dio cien­tí­fi­co rea­li­za­do por la Uni­ver­si­dad de Shef­field en 2016 deter­mi­nan­do que ha sido el mejor pilo­to de Fór­mu­la 1 (F1) de toda la historia.

FAN­GIO: EL HOM­BRE QUE DOMA­BA LAS MÁQUINAS

Rea­li­za­do por Fran­cis­co Macri con el apo­yo del guión de Luciano Ori­glio y Rodri­go H. Vila, este docu­men­to ilus­tra cómo a tem­pra­na edad el futu­ro cam­peón se sien­te incli­na­do hacia la mecá­ni­ca don­de al ini­ciar su tra­ba­jo en ese terreno adquie­re un cabal cono­ci­mien­to de la com­po­si­ción de un motor. A los 18 años de edad par­ti­ci­pa en su pri­me­ra carre­ra como copi­lo­to y en los años siguien­tes se aden­tra de lleno en el auto­mo­vi­lis­mo a tra­vés del turis­mo de carre­te­ra. En la déca­da del 40 su nom­bre empie­za a ser cono­ci­do tras su par­ti­ci­pa­ción en la carre­ra Bue­nos Aires-Lima, pero su incur­sión inter­na­cio­nal comien­za en 1947 cuan­do es envia­do a Gallia­te, en Ita­lia, don­de a par­tir de enton­ces reco­rre el mun­do obte­nien­do sus excep­cio­na­les logros.

El docu­men­tal abor­da dife­ren­tes tópi­cos que lle­gan a inte­re­sar a quie­nes no estén fami­lia­ri­za­dos con este arries­ga­do depor­te. Así, a tra­vés de un valio­so mate­rial de archi­vo Fan­gio des­ta­ca la impor­tan­cia que adquie­re el cono­ci­mien­to mecá­ni­co para un corre­dor ade­más de saber con­du­cir; ése es un fac­tor que lo ha ayu­da­do mucho a sos­la­yar incon­ve­nien­tes pre­sen­ta­dos en algu­nas de sus carre­ras y es por eso que el cam­peón reco­no­ce la valio­sa con­tri­bu­ción de los mecá­ni­cos en la pre­pa­ra­ción ade­cua­da de los autos que con­du­jo. De rele­van­te con­si­de­ra­ción cons­ti­tu­yen las medi­das de segu­ri­dad no muy efec­ti­vas de esa épo­ca, don­de corrien­do a alta velo­ci­dad y topán­do­se en cir­cui­tos con cur­vas muy estre­chas han per­di­do la vida ave­za­dos con­duc­to­res. No menos rele­van­te es cuan­do seña­la el can­san­cio físi­co como la cau­sa de los dos acci­den­tes expe­ri­men­ta­dos en su carre­ra; uno de los mis­mos ocu­rrió en 1948 en el Gran Pre­mio de Amé­ri­ca del Sur ‑de Bue­nos Aires a Cara­cas- don­de su copi­lo­to Daniel Urru­tia per­dió la vida y el otro acon­te­ció en 1952 en el cir­cui­to de Mon­za, en el Gran Pre­mio de Ita­lia, don­de el as del volan­te sufrió con­si­de­ra­bles heridas.

El film tam­bién hace refe­ren­cia al víncu­lo que man­tu­vo con las com­pa­ñías de autos de carre­ra. Así en los 5 cam­peo­na­tos mun­dia­les de F1 en las que resul­tó triun­fa­dor mane­jó los autos de cua­tro escu­de­rías dife­ren­tes, a saber: 1951 con Alfa Romeo, 1954 con Mase­ra­ti y Mer­ce­des Benz, 1955 con Mer­ce­des Benz, 1956 con Ferra­ri y 1957 con Maserati

Ade­más de las imá­ge­nes de archi­vo el docu­men­tal ofre­ce tes­ti­mo­nios de renom­bra­das figu­ras vin­cu­la­das con el auto­mo­vi­lis­mo, como Sir Jac­kie Ste­wart (tri­cam­peón de F1), Mika Hak­ki­nen, Nico Ros­berg, Toto Wolff, Hans Her­mann, Hora­cio Paga­ni, Alain Prost y Loren­zo Ardi­zio, entre otros; todos ellos elo­gian y pro­fe­san su admi­ra­ción hacia el gran auto­mo­vi­lis­ta al pro­pio tiem­po que resal­tan su valio­so lega­do en la his­to­ria del auto­mo­vi­lis­mo mundial.

En su actua­ción pro­fe­sio­nal a lo lar­go de 51 carre­ras, habien­do gana­do 24 de las mis­mas, gra­cias a su inte­li­gen­cia y devo­ta con­cen­tra­ción que­da la figu­ra de un hom­bre humil­de, afa­ble, digno y res­pe­tuo­so que supo man­te­ner una bue­na rela­ción con sus riva­les fue­ra de los circuitos.

Macri ape­nas men­cio­na el secues­tro de Fan­gio en La Haba­na en 1958 moti­va­do por razo­nes polí­ti­cas, como tam­po­co se refie­re a su vida per­so­nal. En todo caso, eso no des­vir­túa el pro­pó­si­to de este didác­ti­co docu­men­to que entre­te­ni­da­men­te se sumer­ge de lleno en el hom­bre que supo domar las máqui­nas. Jor­ge Gutman