Agra­da­ble Come­dia Musical

CHRIST­MAS ON THE SQUA­RE. Esta­dos Uni­dos, 2020. Un film de Deb­bie Allen. 98 minu­tos. Dis­po­ni­ble en Netflix

Las fies­tas se apro­xi­man a todo rit­mo y a pesar de las difí­ci­les cir­cuns­tan­cias que el mun­do atra­vie­sa por la cruel pan­de­mia, el espí­ri­tu navi­de­ño vuel­ve a evi­den­ciar­se. Por lo tan­to Net­flix se ha pro­pues­to aso­ciar­se al mis­mo con esta fan­ta­sía musi­cal que sin pre­ten­cio­si­dad algu­na ha diri­gi­do Deb­bie Allen. En prin­ci­pio, lo que atrae es la pre­sen­cia de Dolly Par­ton, el ícono de la can­ción country ame­ri­ca­na, que enga­la­na al film con 14 can­cio­nes com­pues­tas y escri­tas por ella.

Dolly Par­ton y Selah Kim­bro Jones

El guión de Deb­bie Allen, basa­do en la pie­za “Christ­mas on the Squa­re” ubi­ca la acción en el fic­ti­cio peque­ño pue­blo de Fuller­vi­lle don­de sus habi­tan­tes están pró­xi­mos a fes­te­jar la Navi­dad en la pla­za cen­tral. Allí lle­ga ines­pe­ra­da­men­te Regi­na Fuller (Chris­ti­ne Barans­ki), la hija del fun­da­dor de esa aldea que aca­ba de morir. Como here­de­ra de las pro­pie­da­des de su padre ella ha resuel­to ven­der­las a una com­pa­ñía des­ti­na­da a con­ver­tir ese lugar en un gigan­tes­co cen­tro comer­cial. Es así que su arri­bo a la aldea alte­ra con­si­de­ra­ble­men­te el áni­mo de los inqui­li­nos mora­do­res cuan­do ella les pre­sen­ta el avi­so de evic­ción para la vís­pe­ra de Navi­dad. Entre los que debe­rán aban­do­nar la aldea se hallan el Pas­tor Chris­tian Hatha­way (Josh Sega­rra) y su espo­sa Jen­na (Mary Lane Has­kell) a car­go de un nego­cio para infan­tes y niños, Mar­ge­li­ne (Jen­ni­fer Lewis), la anti­gua ami­ga de Regi­na que regen­tea un salón de belle­za, Carl (Treat Williams), el ex ena­mo­ra­do de Regi­na que tam­bién está a car­go de un nego­cio y Mack (Matthew John­son), un padre mono­pa­ren­tal due­ño de un bar cuya encan­ta­do­ra niña Vio­let (selah Kim­bro Jones) está a su lado para ayu­dar­lo. Fren­te a la situa­ción plan­tea­da el Pas­tor con­vo­ca a sus veci­nos a resis­tir la deman­da de des­alo­jo con­vir­tien­do a Regi­na en la vir­tual enemi­ga del pueblo.

Como todo cuen­to navi­de­ño que debe tener un final feliz allí apa­re­ce­rá un ángel (Par­ton) feme­nino que solo Regi­na pue­de ver, logran­do que ella desis­ta su acti­tud y pue­da con­quis­tar la sim­pa­tía de los aldeanos.

Aun­que esta fábu­la resul­ta com­ple­ta­men­te pre­de­ci­ble eso no inhi­be la con­des­cen­den­cia del espec­ta­dor en dejar­se lle­var. Así, el film se con­tem­pla pla­cen­te­ra­men­te en la medi­da que imbui­do de buen rit­mo la mayor par­te de la his­to­ria se desa­rro­lla de mane­ra can­ta­da con las agra­da­bles can­cio­nes de Par­ton acom­pa­ña­das de dan­zas muy bien coreo­gra­fia­das por Allen; esos ele­men­tos con­tri­bu­yen a que esta come­dia musi­cal resal­te visual­men­te. En mate­ria inter­pre­ta­ti­va, el homo­gé­neo elen­co se desem­pe­ña correc­ta­men­te con la des­ta­ca­da par­ti­ci­pa­ción de Barans­ki; ella se adue­ña de la villa­na Regi­na que final­men­te deja aso­mar su bon­da­do­sa face­ta com­pren­dien­do que la Navi­dad es el tiem­po para com­par­tir y demos­trar la gene­ro­si­dad huma­na. Jor­ge Gutman

Un Memo­ra­ble Campamento

CRIP CAMP: A DISA­BI­LITY REVO­LU­TION. Esta­dos Uni­dos, 2020. Un docu­men­tal de Nico­le Newnham y Jim LeBrecht.102 minu­tos. Dis­po­ni­ble en Netflix

La dis­cri­mi­na­ción tan­to en mate­ria racial, reli­gio­sa o sexual ha sido con­si­de­ra­da por el cine en innu­me­ra­bles opor­tu­ni­da­des; sin embar­go has­ta el pre­sen­te muy poco se cono­ce sobre la situa­ción vivi­da por dis­ca­pa­ci­ta­dos que han sido mar­gi­na­dos de la socie­dad. De allí que este docu­men­tal diri­gi­do por Nico­le Newnham y Jim LeBrecht resul­te escla­re­ce­dor a la vez que alentador.

Una esce­na de CRIP CAMP

El rela­to se cen­tra en su pri­me­ra par­te en Jened, un cam­pa­men­to de verano ubi­ca­do en la región de Cats­kills, en el esta­do de Nue­va York, que fue crea­do en 1951 para chi­cos dis­ca­pa­ci­ta­dos. A tra­vés de un exce­len­te mate­rial de video fil­ma­do en 1971 se sigue los pasos de un gru­po de ado­les­cen­tes que se encuen­tran en esta colo­nia de vaca­cio­nes con dife­ren­tes tipos de dis­ca­pa­ci­ta­ción físi­ca y/o men­tal. En ese lugar idí­li­co lo que impor­ta fun­da­men­tal­men­te es la acción des­ple­ga­da por los con­se­je­ros brin­dán­do­les estí­mu­lo para que adquie­ran ple­na con­cien­cia de su valio­so poten­cial como seres huma­nos; allí, a tra­vés de la liber­tad que dis­fru­tan tan­to físi­ca como emo­cio­nal y apar­ta­dos de todo tipo de pre­jui­cios, adquie­ren por pri­me­ra vez con­cien­cia de lo que pue­den brin­dar a un medio social que tra­di­cio­nal­men­te los ha segregado.

El docu­men­tal con­ti­núa con los comen­ta­rios que en la actua­li­dad rea­li­zan algu­nos de los inte­gran­tes del gru­po demos­tran­do cómo esos jóve­nes idea­lis­tas se con­vir­tie­ron en tena­ces acti­vis­tas radi­ca­les bata­llan­do por los dere­chos huma­nos que les asis­ten; así, en 1977 lide­ra­dos por la infa­ti­ga­ble com­pa­ñe­ra Judy Heu­mann, lucha­ron para que el gobierno imple­men­ta­ra la Sec­ción 504 de la Ley de Reha­bi­li­ta­ción de 1973 con el pro­pó­si­to de pro­te­ger a los dis­ca­pa­ci­ta­dos y per­mi­tir­les su inclu­sión en acti­vi­da­des edu­ca­cio­na­les y pro­fe­sio­na­les. Es en 1990 que esos esfuer­zos comien­zan a ren­dir sus fru­tos cuan­do el Con­gre­so de Esta­dos Uni­dos pro­mul­ga la ley Ame­ri­cans with Disa­bi­li­ties Act; sobre dere­chos civi­les que prohi­be la dis­cri­mi­na­ción de per­so­nas dis­ca­pa­ci­ta­das en todos los ámbi­tos de la vida pública.

Casi tres déca­das han trans­cu­rri­dos des­de la vic­to­ria logra­da por la revo­lu­ción de los inca­pa­ci­ta­dos. ¿Pero se tra­ta real­men­te de un “triun­fo”? Exis­te aún una per­cep­ción de la socie­dad hacia esta comu­ni­dad que lamen­ta­ble­men­te resul­ta difí­cil de modi­fi­car. Pero des­de un ángu­lo más opti­mis­ta cabe refle­jar que aun­que res­ta bas­tan­te por hacer, estos radi­ca­les acti­vis­tas de la déca­da del 70 pro­ve­nien­tes del emble­má­ti­co cam­pa­men­to Jened han echa­do las raí­ces para que pue­dan lograr una mayor com­pren­sión y empa­tía del medio social que les circunda.

Glo­bal­men­te con­si­de­ra­do, Newnham y LeBrecht han logra­do un muy buen docu­men­to echan­do luces sobre una reali­dad no muy difun­di­da a la vez que resal­ta el empo­de­ra­mien­to de un sec­tor de la socie­dad que ha sido injus­ta­men­te dis­cri­mi­na­do; por ese moti­vo, resul­ta aus­pi­cio­so que Crip Camp haya obte­ni­do el Pre­mio de la Audien­cia al mejor docu­men­tal en el Fes­ti­val de Sun­dan­ce 2020.  Jor­ge Gutman

La Auto­ría de un Guión

MANK. Esta­dos Uni­dos, 2020. Un film de David Fin­cher. 131 minu­tos. Dis­po­ni­ble en Netflix

EL rea­li­za­dor David Fin­cher siem­pre se ha basa­do en guio­nes aje­nos lo que no le impi­dió lograr fil­mes de nota­ble cali­dad, como por ejem­plo lo han sido Zodiac (2007), The Social Net­work (2010) y Gone Girl (2014). Pero para Mank uti­li­zó como refe­ren­cia el ela­bo­ra­do por su padre Jack, un crí­ti­co falle­ci­do en 2003, quien ha sido gran admi­ra­dor de Her­man J. Man­kie­wicz ‑apo­da­do Mank‑, el legen­da­rio guio­nis­ta del excep­cio­nal film Citi­zen Kane (1941) diri­gi­do por Orson Welles.

Todo indi­ca que Jack Fin­cher se sin­tió impul­sa­do a escri­bir el guión cuan­do la renom­bra­da crí­ti­ca Pau­li­na Kael en 1971 publi­có en el New Yor­ker el ensa­yo Rai­sing Kane don­de atri­bu­ye a Mank el haber sido el úni­co libre­tis­ta de la pelí­cu­la de Welles. Al año siguien­te el cineas­ta Peter Bog­da­no­vich en su artícu­lo The Kane Mutiny publi­ca­do en Esqui­re refu­tó ter­mi­nan­te­men­te a Kael afir­man­do que Welles mere­ce el cré­di­to de haber sido el guionista.

Los ecos de esta polé­mi­ca nue­va­men­te resur­gen en esta pelí­cu­la aun­que Fin­cher Jr. al igual que su padre se sus­cri­be a la posi­ción sus­ten­ta­da por Kael. Si bien en prin­ci­pio su tema cen­tral gira en torno de quién ha sido el libre­tis­ta del cele­bra­do tra­ba­jo de Welles, hay otros impor­tan­tes tópi­cos que aquí se consideran.

Gary Old­man

Antes de ini­ciar el rela­to se infor­ma que en 1940 la pro­duc­to­ra RKO pic­tu­res, tenien­do en cuen­ta los talen­to­sos ante­ce­den­tes del joven Orson Welles (Tom Bur­ke) de 24 años de edad, le ofre­ce un con­tra­to para rea­li­zar un film sobre el tema que qui­sie­ra y con­tan­do con los cola­bo­ra­do­res que desea­ra, en don­de igual­men­te ten­dría la atri­bu­ción del cor­te final. Es así que para su segun­do lar­go­me­tra­je el gran rea­li­za­dor con­vo­ca a Mank (Gary Old­man), un libre­tis­ta de gran inge­nio que has­ta ese enton­ces no había mere­ci­do el debi­do res­pe­to a cau­sa de su fuer­te adic­ción al alcohol.

En la pri­me­ra esce­na del film se ve a este per­so­na­je tras­la­da­do por John Hou­se­man (Sam Trough­ton) ‑un emplea­do de Welles- a un case­rón ubi­ca­do en Vic­tor­vi­lle, una loca­li­dad ubi­ca­da a 140 kiló­me­tros de Los Ánge­les, para que allí pre­pa­re el guión de Citi­zen Kane en un perío­do de 60 días, con la reco­men­da­ción de abs­te­ner­se por com­ple­to del alcohol. Ten­di­do en una cama por haber­se frac­tu­ra­do una pier­na en un recien­te acci­den­te de auto­mó­vil, Mank cuen­ta con la asis­ten­cia del ama de lla­ves y enfer­me­ra Frie­da (Moni­ka Goss­mann) y la secre­ta­ria este­nó­gra­fa Rita Ale­xan­der (Lily Collins) a quien le irá trans­mi­tien­do el desa­rro­llo de su tra­ba­jo. Duran­te ese lap­so la comu­ni­ca­ción de Welles con el escri­tor se efec­túa exclu­si­va­men­te por telé­fono a fin de impo­ner­se sobre la mar­cha de la tarea asignada.

Prác­ti­ca­men­te la mayor par­te del metra­je des­can­sa en flash­backs, efec­tuan­do un recuen­to bio­grá­fi­co de Mank duran­te la déca­da del 30. A tra­vés del mis­mo se obser­va la vin­cu­la­ción que man­tu­vo con pode­ro­sos pro­duc­to­res de la indus­tria cine­ma­to­grá­fi­ca inclu­yen­do al due­ño de MGM Louis B. Mayer (Arliss Howard) y su socio Irving Thal­berg (Fer­di­nand Kings­ley) y David O. Selz­nick (Toby Leo­nard Moo­re), entre otros. Den­tro de ese pano­ra­ma y en medio de la Gran Depre­sión que eco­nó­mi­ca­men­te azo­ta al país, el rela­to arro­ja una dura mira­da a la idí­li­ca meca de Holly­wood: así rese­ña la vin­cu­la­ción polí­ti­ca de MGM des­acre­di­tan­do al can­di­da­to socia­lis­ta Upton Sin­clair en la cam­pa­ña elec­to­ral de 1934 para la gober­na­ción de Cali­for­nia, median­te la difu­sión de fal­sas noti­cias sobre su per­so­na. Igual­men­te el guión se refie­re al espe­cial víncu­lo de Mank con el omni­po­ten­te empre­sa­rio de la pren­sa escri­ta William Ran­dolph Hearst (Char­les Dan­ce) y su aman­te Marion Davies (Aman­da Sey­fried); pre­ci­sa­men­te la per­so­na­li­dad del influ­yen­te millo­na­rio es la fuen­te de ins­pi­ra­ción para com­po­ner el per­so­na­je de Char­les Fos­ter Kane.

Con una estu­pen­da foto­gra­fía en blan­co y negro de Eric Mes­sersch­midt, el direc­tor se esme­ra en el encua­dre para la com­po­si­ción de las imá­ge­nes repro­du­cien­do en gran par­te el for­ma­to emplea­do por Welles en Citi­zen Kane. Así obtie­ne una épi­ca saga de los entre­te­lo­nes de Holly­wood que prin­ci­pal­men­te será apre­cia­da por los ciné­fi­los his­to­ria­do­res intere­sa­dos en la géne­sis de la cine­ma­to­gra­fía sonora.

Con todo el loa­ble desem­pe­ño del rea­li­za­dor mere­ce algu­nos repa­ros. Así, los fre­cuen­tes flash­backs emplea­dos, no per­mi­ten que su alam­bi­ca­da narra­ción logre la cohe­sión nece­sa­ria para que el gran públi­co pue­da con­cen­trar­se ple­na­men­te a lo lar­go del metra­je. El otro aspec­to impor­tan­te es que el pro­ce­so crea­ti­vo de Citi­zen Kane que­da rele­ga­do a un dis­tan­te segun­do plano; sola­men­te se per­ci­be en los últi­mos tra­mos del rela­to cuan­do una vez con­clui­da la labor de Mank, se pro­du­ce el encuen­tro físi­co con Welles en don­de éste se apro­pia de la auto­ría del guión gene­ran­do la con­si­guien­te ten­sión con su autor; ese enfren­ta­mien­to rom­pe defi­ni­ti­va­men­te la rela­ción exis­ten­te entre ambos, a pesar de que los dos fue­ron pre­mia­dos en 1942 con el Oscar al Mejor Guión.

Al mar­gen de las obje­cio­nes apun­ta­das, cabe des­ta­car el gran tra­ba­jo que Fin­cher logró de Old­man; superán­do­se a sí mis­mo el osca­ri­za­do intér­pre­te de Dar­kest Hour (2017) logra una nota­ble carac­te­ri­za­ción del con­tra­dic­to­rio e irre­me­dia­ble bebe­dor que se auto­des­tru­ye pero al pro­pio man­tie­ne la luci­dez para cri­ti­car viva­men­te al mag­na­te Hearst. En otros pape­les igual­men­te des­cue­llan Sey­fried, Howard, Dan­ce, Collins y Tup­pen­ce Midd­le­ton como la pacien­te y tole­ran­te espo­sa de Mank.

Este ambi­cio­so film de Fin­cher en el que des­ta­pa las mise­rias pre­va­len­cien­tes en la épo­ca dora­da de Holly­wood, cons­ti­tu­ye un meri­to­rio tri­bu­to a un gran libre­tis­ta que habien­do sido injus­ta­men­te deja­do de lado es aho­ra rei­vin­di­ca­do. Jor­ge Gutman

Un Dra­ma Familiar

HILL­BILLY ELEGY. Esta­dos Uni­dos, 2020. Un film de Ron Howard. 116 minu­tos. Dis­po­ni­ble en Netflix

Dis­cre­pan­do con la mayo­ría de los crí­ti­cos que han sub­es­ti­ma­do a Hill­billy Elegy,  quien comen­ta estas líneas con­si­de­ra que este dra­ma auto­bio­grá­fi­co del escri­tor J.D. Van­ce rea­li­za­do por Ron Howard arro­ja un posi­ti­vo balan­ce. Aun­que no todos los tra­ba­jos del cineas­ta han logra­do una com­ple­ta apro­ba­ción, sin embar­go algu­nos de sus fil­mes como Apo­lo 13 (1995), A Beau­ti­ful Mind (2001) ‑por el que obtu­vo el Oscar como mejor rea­li­za­dor- y Frost/Nixon (2008) han sido exi­to­sa­men­te reci­bi­dos por la crí­ti­ca; en este caso su rela­to de un per­se­ve­ran­te joven dis­pues­to a supe­rar­se fren­te a con­di­cio­nes poco pro­pi­cias segu­ra­men­te encon­tra­rá un eco favo­ra­ble en el vas­to públi­co de Netflix.

El libro de Van­ce adap­ta­do por Vanes­sa Tay­lor comien­za en 2011 cuan­do J.D. (Gabriel Bas­so), está pro­me­dian­do sus estu­dios de leyes en la Facul­tad de Dere­cho de la Uni­ver­si­dad de Yale y tra­ta de obte­ner una pasan­tía en una pres­ti­gio­sa fir­ma de abo­ga­dos; sin embar­go su situa­ción se ve alte­ra­da al reci­bir una lla­ma­da de su her­ma­na (Haley Ben­nett) quien resi­de en Midd­le­ton con su mari­do e hijos, urgién­do­le su pre­sen­cia por­que su madre Bev (Amy Adams) ha inge­ri­do una sobre­do­sis de heroí­na y nece­si­ta que él le ayu­de en seme­jan­te emergencia.

Glenn Clo­se y Amy Adams

Dejan­do tem­po­ral­men­te a su que­ri­da novia Usha (Frei­da Pin­to) que tam­bién estu­dia abo­ga­cía, J.D. con­du­cien­do su auto­mó­vil se tras­la­da de New Haven a Ohio. Al lle­gar a des­tino com­prue­ba el esta­do lamen­ta­ble en que se encuen­tra su pro­ge­ni­to­ra y es enton­ces cuan­do pasa revis­ta a sus años de infan­cia y ado­les­cen­cia trans­cu­rri­dos en esa zona rural de Midd­le­ton. Retro­tra­yen­do la acción a 1997 se asis­te a las penu­rias de J.D (Owen Asz­ta­los). como pro­duc­to de un hogar dis­fun­cio­nal a cau­sa de la ines­ta­bi­li­dad de su madre toxi­có­ma­na; todo haría supo­ner que tra­ba­jan­do como enfer­me­ra de un hos­pi­tal local allí comen­zó su adic­ción por las dro­gas. Fren­te a ese cua­dro tris­te y depri­men­te, él tra­ta de encon­trar solaz con Mamaw (Glenn Clo­se), su abue­la mater­na quien se ocu­pa de cui­dar­lo y tra­tan­do de incul­car­le el valor de la fami­li­la como lo que más cuen­ta en la vida de una persona.

Si bien el film elu­de los aspec­tos polí­ti­cos con­si­de­ra­dos en el libro don­de Van­ce cri­ti­ca varia­dos aspec­tos de la cul­tu­ra “hill­billy”, de todos modos Howard ilus­tra satis­fac­to­ria­men­te a esa Amé­ri­ca pro­fun­da y rural don­de se desa­rro­lla gran par­te del rela­to; al pro­pio tiem­po trans­mi­te con sol­ven­cia la varia­da gama de sen­ti­mien­tos que envuel­ven a los per­so­na­jes de esta dra­má­ti­ca his­to­ria median­te una narra­ción con­sis­ten­te y flui­da. En cuan­to al elen­co, es elo­gia­ble la rea­lis­ta com­po­si­ción que logra Adams de su per­so­na­je dro­ga­dic­to y bipo­lar sin que sobre­ac­túe en los momen­tos de alo­ca­dos y vio­len­tos arran­ques. Por su par­te la exce­len­te Clo­se mues­tra una vez más su nota­ble his­trio­nis­mo dan­do vida a esa tenaz abue­la que con gran deter­mi­na­ción tra­ta de man­te­ner uni­da a la fami­lia. Igual­men­te satis­fa­cen tan­to Bas­so como Asz­ta­los carac­te­ri­zan­do a Van­ce en dife­ren­tes eta­pas de su vida así como Ben­nett airo­sa­men­te se defien­de ani­man­do a la her­ma­na mayor de J.D.

A pesar de todas las pie­dras inter­pues­tas en su camino la dedi­ca­ción y esfuer­zo del con­flic­tua­do joven habrá de ren­dir­le sus fru­tos. Así los cré­di­tos fina­les infor­man que Van­ce se gra­duó como abo­ga­do en 2013 casán­do­se con Usha al año siguien­te y publi­can­do en 2016 su auto­bio­gra­fía Hill­billy, una ele­gía rural.

Esen­cial­men­te, Howard ha logra­do un con­mo­ve­dor dra­ma de esti­lo tra­di­cio­nal don­de resul­ta sen­ci­llo empa­ti­zar con la suer­te corri­da por su pro­ta­go­nis­ta. Jor­ge Gutman

El Empo­de­ra­mien­to Femenino

INTO THE LIGHT. Cana­dá, 2020. Un film de Gen­ti­lle M. Assih. 79 minutos

En este docu­men­tal la rea­li­za­do­ra Gen­ti­lle M. Assih enfo­ca el urti­can­te tópi­co de la vio­len­cia ejer­ci­da con­tra la mujer. Si bien han habi­do nume­ro­sos fil­mes abor­dan­do este dra­má­ti­co tema, lo que dis­tin­gue a Into the Light es que quie­nes han sufri­do este mal­tra­to físi­co y emo­cio­nal son muje­res de ori­gen afri­cano que han inmi­gra­do a Cana­dá radi­cán­do­se en Montreal.

La direc­to­ra ha logra­do que su film tras­cien­da viva­men­te en la medi­da que ha sabi­do cap­tar genui­na­men­te el sen­ti­mien­to de muje­res que acon­di­cio­na­das por el medio cul­tu­ral del cual pro­vie­nen han teni­do que efec­tuar un gran esfuer­zo en ajus­tar­se con las cos­tum­bres y com­por­ta­mien­tos impe­ran­tes en el país anfitrión.

En su narra­ción Assih enfo­ca a Chris­tia­ne, quien se desem­pe­ña como pro­fe­so­ra de fran­cés en un liceo y a su ami­ga Aïs­sa­ta quien tra­ba­ja en finan­zas. Ambas casa­das y habien­do sufri­do la vio­len­cia domés­ti­ca por par­te de sus res­pec­ti­vos mari­dos afri­ca­nos, tuvie­ron que ven­cer los pre­jui­cios socia­les y res­que­mo­res de sus fami­lias al tomar la deci­sión de rom­per el ais­la­mien­to al denun­ciar el tra­to reci­bi­do de sus cón­yu­ges y lograr el con­trol de sus vidas. Simul­tá­nea­men­te la rea­li­za­do­ra enfo­ca aspec­tos no muy cono­ci­dos de la comu­ni­dad afri­ca­na de Mon­treal inclu­yen­do entre otros a una joven pare­ja recién lle­ga­da a Cana­dá, un imam y a una con­fe­ren­cis­ta moti­va­cio­nal. Espe­cial relie­ve revis­te el emo­ti­vo via­je que efec­túa Chris­tia­ne a Togo, su país de ori­gen, para visi­tar a su padre viu­do y al pro­pio tiem­po para reafir­mar su con­vic­ción de que la acti­tud asu­mi­da en Mon­treal ha ser­vi­do para for­jar su nue­va iden­ti­dad de poder acep­tar­se a sí misma.

A tra­vés de este huma­ni­ta­rio y bien rea­li­za­do docu­men­to social, la direc­to­ra enfo­ca con gran sen­si­bi­li­dad el empo­de­ra­mien­to de la mujer que tras­cen­dien­do las dife­ren­cias cul­tu­ra­les no ceja en su lucha por defen­der los mis­mos dere­chos atri­bui­dos a su con­tra­par­te masculina.

El docu­men­tal que sido pro­du­ci­do por el Natio­nal Film Board pue­de ser vis­to gra­tui­ta­men­te acu­dien­do al sitio nfb.ca/film/into-the-light/ . Jor­ge Gutman