CHRONIQUE D’UNE LIASON PASSAGÈRE. Francia, 2022. Un film de Emmanuel Mouret
Después de su estreno mundial en Cannes, llega a los cines de Canadá esta comedia romántica del director Emmanuel Mouret. Bien conocido por haber incursionado varias veces en este género, su predilección por describir en forma sencilla y directa los vínculos sentimentales de una pareja motiva a que este film ‑cuyo título anticipa lo que habrá de suceder‑, describa los vericuetos amorosos de dos personas durante un breve lapso.
Muy emparentado con el cine de Eric Rohmer y un tanto por el de Woody Allen, la historia reflejada en el guión del cineasta y Pierre Giraud nos introduce en el mundo de Charlotte (Sandrine Kimberlain) y Simon (Vincent Macaigne). Ella, una mujer de libre espíritu hace poco que está separada y sin tener que preocuparse por su hijo preadolescente, está dispuesta a vivir intensamente sin tener que atarse a ningún tipo de relación sentimental estable. Es en un bar donde entabla conversación con Simon, hombre casado y padre de dos hijos adolescentes, a quien ya había conocido previamente en una reunión social. Es ella quien con su simpatía y determinación impulsa a su interlocutor a mantener un vínculo íntimo; claro está que Simon, hombre tímido, inseguro y temeroso de engañar por primera vez a su esposa después de dos décadas de vida conyugal, no está del todo convencido pero a pesar del sentimiento de culpa que le embarga a la postre el adulterio se consuma.
Desde un comienzo los dos saben que la relación que los une no implica algún compromiso mayor. Es así que mediante una veintena de viñetas, desde febrero hasta septiembre la cámara sigue el derrotero de estos amantes donde además de lo sexual la relación está imbuida de un contenido intelectual.
A través de interesantes diálogos, el realizador elabora una diáfana comedia bien refinada sin que se valga de escena sexual alguna para denotar la intimidad de la pareja. No hay mucho más que agregar a esta historia que se destaca por la satisfactoria prestación de sus dos protagonistas. Con una remarcable química de sus personajes, Kimberlain denota su acostumbrada solvencia como la mujer que evita la pasión al estar convencida de que la misma no conduce a algo positivo; en tanto Macaigne con el aire nervioso e indeciso de su personaje es suficientemente expresivo permitiendo empatizar con él.
Ciertamente, esta película no revoluciona el género romántico ni tampoco lo pretende, pero manteniendo un adecuado ritmo en su narración Mouret consigue que su visión resulte placentera. Jorge Gutman