Crónica de Jorge Gutman
DOCTEURE. Texto: Robert Icke en una libre adaptación de Professor Bernhardi de Arthur Schnitzler – Traducción: Fanny Britt — Dirección: Marie-Ève Milot – Elenco: Alexandre Bergeron, Sofia Blondin, Alice Dorval, Nora Guerch, Ariel Ifergan, Tania Kontoyanni, Pascale Montpetit, Sharon James, Harry Standjofski, Elkahna Talbi y Yanic Truesdale. – Escenografía: Geneviève Lizotte – Vestuario: Cynthia St-Gelais – Iluminación: Étienne Boucher – Música: Antoine Archambault. Duración: 125 minutos, sin entreacto — Representaciones; hasta el 18 de noviembre de 2023 en el Théâtre Duceppe
Una obra decididamente polémica es la que se contempla en Docteure. Es importante precisar que la misma está inspirada en la pieza Professor Bernhardi que en 1912 concibió el remarcable autor austríaco judío Arthur Schnitzler; habiéndola ambientado en Austria durante los primeros años del siglo pasado su propósito fue el de reflejar los fundamentos religiosos del medio social de su país natal. Teniendo en cuenta lo que precede el director británico Robert Icke realizó en 2019 una libre adaptación modernizada de esa pieza donde su contenido bien puede ajustarse a lo que acontece en la sociedad contemporánea.
Mediante la acertada traducción al francés realizada por Fanny Britt, la pieza de Icke en lugar de transcurrir en Londres, ahora está ambientada en una ciudad francófona no especificada. El profesor Bernhardi, el personaje central de la obra de Schnitzer, es aquí reemplazado por la profesora Rachel Wolff.
Como directora de un prestigioso centro hospitalario en el que se desempeña, Wolff es una respetada científica y doctora que con gran devoción humana dedica su atención a los pacientes que allí se encuentran. La acción cobra impulso cuando un eclesiástico decide visitar a una adolescente de 14 años que habiendo sufrido un aborto malogrado fuera del hospital, se encuentra ahora en los umbrales de la muerte; es por ello que el clérigo desea suministrarle la extremaunción. Sin embargo, la doctora se lo impide porque en los legajos de la moribunda no indica que profesa la fe católica; eso de modo alguno satisface al capellán quien por la fuerza intenta lograr su cometido pero es bruscamente rechazado por Wolff; ese incidente es filmado por el frustrado cura con su teléfono celular.
Lejos estaba la doctora de imaginar que ese video adquiriese vasta repercusión al ser viralizado a través de las redes sociales. El inaudito escándalo que eso origina motiva que Rachel sea puesta en tela de juicio por sus colegas al considerar que su conducta ha dañado considerablemente la imagen del hospital; su situación se agrava con la furiosa reacción del padre de la fallecida joven quien concurriendo al hospital intenta atacarla por no haber permitido al clérigo ofrecerle los sacramentos a su hija.
La primera pregunta que surge del relato es si acaso los principios de ética médica tan importantes para la doctora, pueden ser vulnerados o entremezclados con la fe religiosa. Más aún resulta absurdo la aparición de una petición en línea indicando que pacientes cristianos sean atendidos por facultativos cristianos.
La obra adquiere su máxima tensión cuando ella, que dicho sea de paso es judía, acepta participar en un programa televisivo conducido por una reportera con la presencia de cinco panelistas a fin de interrogarla; entre los mismos se encuentran una académica investigadora postcolonial, un estudioso de la cultura judía, un abogado que reniega la práctica del aborto, una activista alerta ante la injusticia de la sociedad con especial referencia al racismo y una mujer versada en materia de prejuicios no justificados. La actitud del grupo demuestra animosidad hacia Wolff quien obviamente resulta vencida en ese malicioso debate y a la postre es forzada a renunciar a su puesto.
La pieza enfoca varios aspectos que no solamente aluden a la religión, sino asimismo se refieren a los falsos prejuicios, al racismo, de manera soslayada al antisemitismo y obviamente al modo en que las redes sociales pueden llegar a desintegrar a una persona honesta y humanitaria, debido al extremo fanatismo suscitado.
En última instancia, lo que la obra plantea a la audiencia es si acaso existe un solo o varios elementos que definen la identidad de su persona: ¿Es su pertenencia genérica, sus principios éticos y morales, su fe religiosa, su actitud prejuiciosa, su adherencia a los valores imperantes del marco social en que está viviendo? Evidentemente no hay una respuesta concreta a tales interrogantes.
La disciplinada puesta escénica de Marie-Ève Milot, el excepcional desempeño de Pascale Montpetit caracterizando a la devota doctora y los 10 magníficos comediantes que la acompañan, enriquecen considerablemente los valores intrínsecos de este thriller moral. Sin duda alguna, Docteure es una obra decididamente intelectual que requiere especial concentración para ser apreciada en toda su dimensión y que se presta al debate una vez finalizada su representación.
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