Una Obra de Con­te­ni­do Político

I’M NOT RUN­NING 

Pro­si­guien­do con la difu­sion de pie­zas tea­tra­les del Natio­nal Thea­tre, se podrá juz­gar la obra I’m not run­ning de David Hare que se repre­sen­tó en dicho tea­tro lon­di­nen­se has­ta el 31 de enero último.

Joshua McGui­re. (Foto: Mark Douet)

Esta crea­ción del renom­bra­do dra­ma­tur­go inglés, pro­cli­ve a con­si­de­rar temas de con­te­ni­do polí­ti­co, incur­sio­na nue­va­men­te en la mate­ria enfo­can­do su aten­ción en una con­tien­da elec­to­ral de Gran Bre­ta­ña. Si bien el desa­rro­llo de la tra­ma tie­ne lugar en la épo­ca actual, no exis­te vin­cu­la­ción algu­na con lo que el país está vivien­do en los últi­mos tiem­pos como con­se­cuen­cia del sona­do Brexit.

Sian Broo­ke and Alex Has­sell. (Foto: Mark Douet)

La his­to­ria que se desa­rro­lla en Lon­dres se cen­tra en Pau­li­ne Gib­son, una doc­to­ra bien que­ri­da que a tra­vés de una exhaus­ti­va cam­pa­ña había logra­do que el hos­pi­tal don­de tra­ba­ja­ba no fue­se cerra­do; ese hecho le valió gozar de gran popu­la­ri­dad y es así que en la actua­li­dad sin repre­sen­tar a par­ti­do alguno ocu­pa una ban­ca como miem­bro del par­la­men­to. Al que­dar abier­ta la posi­bi­li­dad de repre­sen­tar al par­ti­do labo­ris­ta, cuya ideo­lo­gía le es afín, ella es urgi­da por los medios de difu­sión y el públi­co para par­ti­ci­par en la cam­pa­ña elec­to­ral a fin de ocu­par el car­go de líder de dicha agru­pa­ción polí­ti­ca. Cuan­do Pau­li­ne se topa en el par­la­men­to con Jack Gould, un ex aman­te que es un des­ta­ca­do y leal miem­bro del par­ti­do labo­ris­ta y aspi­ran­te a ese pues­to, ella afron­ta el gran dile­ma de si debe o no par­ti­ci­par en el rue­do elec­to­ral. En tal sen­ti­do la can­di­da­ta pon­de­ra sobre cómo man­te­ner la inte­gri­dad y los prin­ci­pios mora­les que han sig­na­do su vida per­so­nal sin tener que clau­di­car de esos prin­ci­pios en su actua­ción públi­ca si aca­so lle­ga­ra a ser ele­gi­da para desem­pe­ñar ese gra­vi­tan­te y codi­cia­do puesto.

La pues­ta escé­ni­ca de la pie­za a car­go de Neil Arm­field cuen­ta con un elen­co enca­be­za­do por Sian Broo­ke en el rol de Pau­li­na, Alex Has­sell como el rival de la mujer y Joshua McGui­re ani­man­do al leal secre­ta­rio de pren­sa de la can­di­da­ta; el repar­to se com­ple­ta con Ama­ka Oka­for, Bri­gid Zen­ge­ni y Liza Sado­vi. En los ren­glo­nes téc­ni­cos de pro­duc­ción han cola­bo­ra­do Ralph Myers en la esce­no­gra­fía, Sus­sie Juh­lin-Wallén en el ves­tua­rio, Jon Clark en la ilu­mi­na­ción, Alan John en la músi­ca y Paul Ardit­ti en el dise­ño del sonido.

La pie­za será exhi­bi­da en Cana­dá en las salas del cir­cui­to Cine­plex a par­tir del 1 de mar­zo de 2019. Para infor­ma­ción adi­cio­nal sobre los cines par­ti­ci­pan­tes y los hora­rios loca­les de exhi­bi­ción pre­sio­ne aquí

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La Angus­tia de una Pérdida

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

LE TERRIER Autor: David Lind­say-Abai­re – Tra­duc­ción: Yves Morin — Direc­ción: Jean-Simon Tra­versy – Elen­co: San­dri­ne Bis­son, Fré­dé­ric Blan­chet­te, Rose-Anne Déry, Pie­rret­te Robi­tai­lle, André-Luc Tes­sier — Esce­no­gra­fía: Cédric Lord. — Ves­tua­rio: Marie Noë­lle Klis – Ilu­mi­na­ción: Renaud Pet­ti­grew – Músi­ca: Yves Morin y Étien­ne Thi­beault. Dura­ción: 1h30m, sin entre­ac­to. Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 23 de mar­zo de 2019 en el Théâ­tre Ducep­pe (www.duceppe.com)

La muer­te de un ser que­ri­do siem­pre afec­ta dolor­sa­men­te, pero no hay nada más terri­ble y angus­tian­te para un ser humano cuan­do lo que se pier­de es un hijo. Aun­que este tema ha sido tra­ta­do en varias oca­sio­nes, espe­cial­men­te en el cine, lo cier­to es que esta obra de David Lind­say-Abai­re se des­ta­ca por su con­te­ni­do humano y la for­ma ori­gi­nal en que está cons­trui­da, per­mi­tien­do alcan­zar un nivel de pro­fun­di­dad inca­paz de dejar a alguien indiferente.

Fré­dé­ric Blan­chet­te y San­dri­ne Bis­son. (Foto: Caro­li­ne Laberge)

El rela­to se cen­tra en el matri­mo­nio inte­gra­do por Bec­ca (San­dri­ne Bis­son) y Louis (Fré­dé­ric Blan­chet­te), ocho meses des­pués de haber­se pro­du­ci­do un acci­den­te fatal que aba­tió a su hijo úni­co de 4 años. El lap­so trans­cu­rri­do ha deja­do pro­fun­das hue­llas en la pare­ja aun­que la acti­tud asu­mi­da por cada uno de ellos difie­ra; así mien­tras Bec­ca tra­ta de eli­mi­nar cual­quier ves­ti­gio que sur­ja del vás­ta­go des­apa­re­ci­do sin encon­trar la fuer­za sufi­cien­te para ate­nuar el due­lo, su mari­do, sin ocul­tar la pena, adop­ta el prag­má­ti­co cri­te­rio de mirar hacia ade­lan­te. En esa dife­ren­te viven­cia radi­ca la esen­cia del dra­ma que per­mi­te com­pren­der el remor­di­mien­to, rabia, impo­ten­cia que ani­ma a los cón­yu­ges, las recri­mi­na­cio­nes y repro­ches mutuos que sur­gen, el sar­cas­mo laten­te fren­te a situa­cio­nes espe­cí­fi­cas, la des­orien­ta­ción y frus­tra­ción de cómo seguir man­te­nien­do la rela­ción matri­mo­nial y la for­ma como ellos se vin­cu­lan con el mun­do exterior.

La actual pro­duc­ción de la com­pa­ñía Ducep­pe recrea a la mis­ma que tuvo lugar ori­gi­nal­men­te en 2016 en una sala tea­tral más peque­ña. Su atrac­ción resi­de en la bue­na direc­ción de Jean Simon Tra­versy, la efi­cien­te tra­duc­ción de Yves Morin y muy espe­cial­men­te a su cali­fi­ca­do elen­co que ha sabi­do insu­flar­le la gran sen­si­bi­li­dad reque­ri­da en la exce­len­te des­crip­ción de los per­so­na­jes de Lindsay-Abaire.

San­dri­ne Bis­son y Pie­rret­te Robi­tai­lle. (Foto: Caro­li­ne Laberge)

San­dri­ne Bis­son ofre­ce una mag­ní­fi­ca carac­te­ri­za­ción de Bec­ca mos­tran­do la varie­dad de mati­ces que sur­ge de un ser frá­gil, due­ña de peque­ños ges­tos ner­vio­sos que tras­lu­cen el sen­ti­mien­to de una per­so­na que tra­ta de con­te­ner el cúmu­lo de emo­cio­nes que la inva­de con gran valen­tía. A su lado Fré­dé­ric Blan­chet­te expo­ne la mode­ra­ción de Louis que con­tras­tan­do con la acti­tud de su espo­sa no per­mi­te que la des­gra­cia pue­da ate­nuar el amor que sien­te por ella. Gra­cias a que la obra sabe equi­li­brar el dra­ma con el humor, es el per­so­na­je de Natha­lie inter­pre­ta­do por la remar­ca­ble Pie­rret­te Robi­tai­lle quien en el rol de la madre de Bec­ca per­mi­te que en algu­nas de las répli­cas que man­tie­ne con su hija pro­vo­que risas espon­tá­neas que con­tri­bu­yen a ali­viar la ten­sión exis­ten­te. En otro papel de apo­yo se dis­tin­gue Rose-Anne Déry quien como Isa, la her­ma­na inma­du­ra y un tan­to egoís­ta de Bec­ca, demues­tra el nece­sa­rio des­co­me­di­mien­to que envuel­ve a su per­so­na­je. En los tra­mos fina­les se des­ta­ca el joven actor André-Luc Tes­sier, quien como Jason, el ado­les­cen­te que con­du­cien­do su vehícu­lo oca­sio­nó el acci­den­te fatal del niño, rea­li­za una actua­ción con­mo­ve­do­ra al trans­mi­tir el hon­do sen­ti­mien­to de cul­pa que posi­ble­men­te le deja­rá mar­ca­do por el res­to de su vida.

La gran­de­za de esta pie­za resi­de en su men­sa­je posi­ti­vo demos­tran­do que para los que sobre­vi­ven a una pér­di­da irre­pa­ra­ble la vida con­ti­núa a tra­vés del poder de recons­truc­ción ali­men­ta­do por el amor que une a sus deudos.

En esen­cia, Le Terrier es una obra lumi­no­sa que mere­ce ser vis­ta por los valo­res descriptos.

Cuan­do el pasa­do resurge

TODOS LO SABEN. Espa­ña-Fran­cia-Ita­lia, 2018. Un film escri­to y diri­gi­do por Asghar Farhadi

El rea­li­za­dor ira­ní Asghar Farha­di ofre­ce en Todos Lo Saben, un sóli­do dra­ma fami­liar que con­fir­ma una vez más su habi­li­dad para con­ce­bir his­to­rias muy bien planteadas.

Pené­lo­pe Cruz y Javier Bardem

Como en la mayo­ría de sus fil­mes el comien­zo de la tra­ma adquie­re un tono apa­ci­ble para lue­go sor­pren­der al espec­ta­dor con giros ines­pe­ra­dos gene­ral­men­te con­vin­cen­tes. Lau­ra (Pené­lo­pe Cruz), una mujer espa­ño­la que vive en Argen­ti­na, des­pués de 20 años de ausen­cia retor­na a Espa­ña acom­pa­ña­da de Ire­ne (Car­la Cam­pra), su hija de 16 años, y de Die­go, su hijo menor, en tan­to que Ale­jan­dro (Ricar­do Darin), su mari­do por­te­ño, per­ma­ne­ce en Bue­nos Aires. El moti­vo del via­je es asis­tir a la boda de Ana (Inma Cues­ta), una de sus her­ma­nas, en un pue­blo ubi­ca­do en las afue­ras de Madrid. El reen­cuen­tro con sus fami­lia­res resul­ta agra­da­ble y eso con­tri­bu­ye para que ella se sien­ta feliz. Entre los invi­ta­dos se halla el viña­te­ro Paco (Javier Bar­dem), con quien Lau­ra man­tu­vo una inten­sa amis­tad antes de dejar Espa­ña y que aho­ra está casa­do con Bea (Bár­ba­ra Len­nie); ese encuen­tro pare­ce­ría con­fir­mar el dicho de que “don­de hubo fue­go, ceni­zas que­dan”. La fies­ta trans­cu­rre en un cli­ma de ale­gría has­ta que al pro­me­diar la mis­ma la ado­les­cen­te Ire­ne mis­te­rio­sa­men­te des­apa­re­ce; poco des­pués, a tra­vés de men­sa­jes de tex­to, se lle­ga a saber que ella ha sido rap­ta­da, crean­do la lógi­ca deses­pe­ra­ción de su madre y la inquie­tud de los presentes.

A con­ti­nua­ción el rela­to cobra un inusi­ta­do sus­pen­so en la medi­da que cada uno de los asis­ten­tes a la boda podría haber esta­do invo­lu­cra­do en el secues­tro: esa sos­pe­cha se evi­den­cia aún más cuan­do un ofi­cial de poli­cía reti­ra­do (José Angel Egi­do) apa­re­ce en el esce­na­rio efec­tuan­do pre­gun­tas incómodas.

Como en otros tra­ba­jos de su valio­sa fil­mo­gra­fía, Farha­di recu­rre a los ves­ti­gios del pasa­do para ilus­trar cómo adquie­ren eco en el pre­sen­te: así, a pesar del trans­cur­so del tiem­po per­sis­ten resen­ti­mien­tos que no han cica­tri­za­do por com­ple­to que­dan­do reve­la­das men­ti­ras com­pla­cien­tes así como la inse­gu­ri­dad, la frus­tra­ción y el temor que envuel­ven a varios de sus personajes.

Aun­que la reso­lu­ción de esta his­to­ria pue­da resul­tar un tan­to dis­cu­ti­ble, nin­gún hilo que­da suel­to en la mis­ma. Con una narra­ción esme­ra­da que evi­ta caer en el folle­tín, el film cuen­ta con un impe­ca­ble elen­co, don­de se des­ta­can Pené­lo­pe Cruz y Javier Bar­dem en los roles pro­ta­gó­ni­cos como tam­bién Bár­ba­ra Len­nie y el siem­pre con­vin­cen­te Ricar­do Darín en los pape­les de apo­yo. En los fac­to­res téc­ni­cos de pro­duc­ción se apre­cia el buen dise­ño de pro­duc­ción de Cla­ra Nota­ri al igual que la impe­ca­ble foto­gra­fía de José Luis Alcaine.

Si bien el pre­sen­te tra­ba­jo de Farha­di no alcan­za el mis­mo nivel de Una Sepa­ra­ción (2011) y El Via­jan­te (2016) por el que obtu­vo dos veces el Oscar a la mejor pelí­cu­la de habla no ingle­sa, de todos modos resul­ta pla­cen­te­ro asis­tir a este absor­ben­te rela­to en don­de ade­más de los méri­tos apun­ta­dos, el cineas­ta ha sabi­do cap­tar la idio­sin­cra­sia de la cul­tu­ra his­pa­na tan dife­ren­te a la de su país natal. Jor­ge Gutman

Un dra­ma humano sobre la adopción

PUPI­LLE. Fran­cia-Bél­gi­ca, 2018. Un film escri­to y diri­gi­do por Jean­ne Herry

Aun­que en varias opor­tu­ni­da­des se ha asis­ti­do a his­to­rias don­de cria­tu­ras no desea­das por sus madres son dadas en adop­ción, Jean­ne Herry abor­da este tema en Pupi­lle impri­mién­do­le una inusi­ta­da ener­gía emo­cio­nal. Con meticu­losa pre­ci­sión la direc­to­ra des­cri­be el sis­te­ma social de adop­ción de Fran­cia a par­tir del naci­mien­to del bebé recha­za­do por su pro­ge­ni­to­ra bio­ló­gi­ca has­ta el ins­tan­te en que es reci­bi­do por quien habrá de asu­mir la res­pon­sa­bi­li­dad de dar­le un hogar y con­si­de­rar­lo como hijo propio.

Todo comien­za en una clí­ni­ca fran­ce­sa don­de Cla­ra (Lei­la Muse), una joven estu­dian­te de 21 años, da a luz a un bebé al que ella no desea ver ni tam­po­co acep­tar como hijo. Es allí don­de la visi­ta­do­ra social Mathil­de (Clo­til­de Mollet), le comu­ni­ca en for­ma ama­ble y pacien­te que ella tie­ne tres días de tiem­po para lle­nar la soli­ci­tud don­de decla­ra no hacer­se car­go de la cria­tu­ra agre­gan­do deta­lles per­so­na­les adi­cio­na­les si lo desea; ade­más le comu­ni­ca que a par­tir de ese momen­to dis­pon­drá de un perío­do de 2 meses para cam­biar su deci­sión y reco­brar­lo sin pro­ble­ma alguno si así ocurriese.

Gilles Lellou­che y San­dri­ne Kiberlain

De allí en más el rela­to enfo­ca una intere­san­te gama de per­so­na­jes don­de entre los mis­mos se des­ta­can médi­cos del depar­ta­men­to de pedia­tría encar­ga­dos de aus­cul­tar el esta­do físi­co de Theo ‑el tran­si­to­rio nom­bre del bebé‑, enfer­me­ras del esta­ble­ci­mien­to y fun­da­men­tal­men­te las per­so­nas del ser­vi­cio social que inter­vie­nen en este pro­ce­so; entre ellos se encuen­tran Kari­ne (San­dri­ne Kiber­lain) y Jean (Gilles Lellou­che) quie­nes tie­nen la misión de encon­trar a quien o quie­nes serán los padres de la criatura.

La exce­len­cia del film que­da refle­ja­da en el cui­da­do­so tra­ba­jo de docu­men­ta­ción efec­tua­do por por Herry a juz­gar por la impre­sio­nan­te reali­dad trans­mi­ti­da en el rela­to que en muchas ins­tan­cias adop­ta el carác­ter de un docu­men­tal. Intere­san­te resul­ta ver las entre­vis­tas rea­li­za­das a poten­cia­les can­di­da­tos deseo­sos de adop­tar y la frus­tra­ción demos­tra­da cuan­do se les anun­cia que no reúnen las con­di­cio­nes sufi­cien­tes como even­tua­les padres. Igual­men­te atrac­ti­vo resul­ta con­tem­plar las reunio­nes del Depar­ta­men­to de Pro­tec­ción del Menor don­de la coor­di­na­do­ra (Miou-Miou) tra­ta de com­pa­ti­bi­li­zar los dife­ren­tes cri­te­rios emer­gen­tes de los asis­ten­tes socia­les a fin de deter­mi­nar entre la lis­ta de can­di­da­tos selec­cio­na­dos, quién será entre ellos la per­so­na más cali­fi­ca­da para brin­dar el mejor bien­es­tar a Theo.

Tan­to los per­so­na­jes prin­ci­pa­les como los secun­da­rios están remar­ca­ble­men­te des­crip­tos e inter­pre­ta­dos de igual modo por un homo­gé­neo elen­co. En uno de los roles pro­ta­gó­ni­cos Kim­ber­lain trans­mi­te las carac­te­rís­ti­cas de una mujer que frus­tra­da en su vida per­so­nal encuen­tra su com­pen­sa­ción vol­can­do cari­ño a los niños que se hallan en pro­ce­so de adop­ción; mag­ní­fi­ca es la par­ti­ci­pa­ción de Lelou­che quien como padre sus­ti­tu­to de Theo has­ta el momen­to en que sea adop­ta­do, lo reci­be en el seno de su hogar y le habla con amor y ter­nu­ra sobre lo que está vivien­do; por su par­te, Élo­die Bou­chez irra­dia lumi­no­si­dad y trans­mi­te gran emo­ción al saber que ha sido esco­gi­da como madre adop­ti­va de Theo.

La direc­ción de Herry es impe­ca­ble habien­do logra­do un dra­ma humano muy bien cons­trui­do que por su inten­sa sen­si­bi­li­dad con­quis­ta la total empa­tía del públi­co. Huel­ga decir que Pupi­lle es un film, deci­di­da­men­te reco­men­da­ble. Jor­ge Gutman

La pasión por la música

AU BOUT DES DOIGTS. Fran­cia, 2019. Un film de Ludo­vic Bernard

Un dra­ma sen­ti­men­tal don­de un joven encuen­tra la opor­tu­ni­dad de demos­trar sus apti­tu­des musi­ca­les y al pro­pio tiem­po redi­mir­se de su acti­vi­dad delic­ti­va es lo que narra el rea­li­za­dor Ludo­vic Ber­nard en Au bout des doigts.

Jules Ben­che­trit y Lam­bert Wilson

Mathieu Malins­ki (Jules Ben­che­trit) es un ado­les­cen­te pró­xi­mo a la edad adul­ta que pro­ve­nien­te de un hogar humil­de y vivien­do en un sec­tor des­fa­vo­re­ci­do de París rea­li­za con la pan­di­lla de la que for­ma par­te robos de menor cuan­tía. En sus ratos de ocio vuel­ca su pasión por la músi­ca en la Gare du Nord don­de hay un piano de libre acce­so al públi­co que desea uti­li­zar­lo; es así que un buen día uti­li­za el ins­tru­men­to para inter­pre­tar con gran sen­ti­mien­to un bello tema de músi­ca clá­si­ca don­de su esme­ra­da eje­cu­ción logra des­per­tar la aten­ción de Pie­rre Geith­ner (Lam­bert Wil­son), el direc­tor del Con­ser­va­to­rio Nacio­nal de París. Cuan­do Mathieu se encuen­tra atra­pa­do por la poli­cía y se halla al bor­de de ser encar­ce­la­do, Pie­rre logra sal­var­lo de la pri­sión a cam­bio de some­ter­se a una rigu­ro­sa for­ma­ción musi­cal estu­dian­do piano con la “Con­de­sa” (Kris­tin Scott Tho­mas), la más exi­gen­te y talen­to­sa pro­fe­so­ra de piano del con­ser­va­to­rio. Los difí­ci­les comien­zos, debi­dos al carác­ter rebel­de de Mathieu enfren­tan­do la seve­ri­dad de la pro­fe­so­ra, serán gra­dual­men­te ami­no­ra­dos cuan­do el dis­cí­pu­lo va reve­lan­do su nota­ble ido­nei­dad musi­cal. Simul­tá­nea­men­te Pie­rre, cuya posi­ción en el con­ser­va­to­rio se encuen­tra en una situa­ción ende­ble, logra con­ven­cer a su jefe (André Mar­con) para que Mathieu par­ti­ci­pe en el pró­xi­mo con­cur­so nacio­nal de piano don­de en el caso de triun­far pres­ti­gia­rá enor­me­men­te a la ins­ti­tu­ción que dirige.

Imbui­do de bue­nas inten­cio­nes, el rea­li­za­dor y su co-guio­nis­ta Johan­ne Ber­nard no han agre­ga­do algo dis­tin­ti­vo que se dife­ren­cie de otros fil­mes sobre esta mate­ria. Ple­na de este­reo­ti­pos, la his­to­ria pro­pues­ta no ofre­ce mayo­res sor­pre­sas en la medi­da que todo se des­en­vuel­ve de acuer­do a lo pre­vis­to; así, esti­mu­la­do por el amor que Mathieu des­cu­bre en Anna (Karid­ja Tou­re), una estu­dian­te del con­ser­va­to­rio, como así tam­bién por el apo­yo reci­bi­do de Pie­rre y la Con­de­sa, se sabe de ante­mano cuál será el resul­ta­do final de la com­pe­ten­cia. A ello se agre­ga una sub­tra­ma inne­ce­sa­ria invo­lu­cran­do a la espo­sa de Pie­rre (Elsa Lepoivre).

A pesar de las obser­va­cio­nes for­mu­la­das, el film logra defen­der­se gra­cias a la muy bue­na inter­pre­ta­ción de Wil­son y Scott Tho­mas, a cier­tas esce­nas impreg­na­das de huma­ni­dad y en espe­cial a la bue­na selec­ción de músi­ca clá­si­ca, con espe­cial refe­ren­cia al subli­me Segun­do Con­cier­to para piano de Rach­ma­ni­noff que habrá de com­pla­cer a los ciné­fi­los meló­ma­nos. Jor­ge Gutman