El Via­je Final

SUPER­NO­VA. Gran Bre­ta­ña, 2020. Un film escri­to y diri­gi­do por Harry Mac­queen. 94 minu­tos. Dis­po­ni­ble en varias pla­ta­for­mas, inclu­yen­do  Apple TV/iTunes

A pocas sema­nas del lan­za­mien­to de Deux, el públi­co tie­ne nue­va­men­te la posi­bi­li­dad de con­tem­plar otra her­mo­sa his­to­ria de amor en Super­no­va, el segun­do tra­ba­jo del guio­nis­ta y rea­li­za­dor Harry Mac­queen. Abor­dan­do el deli­ca­do tema de la demen­cia en sus pri­me­ros esta­dios, con espe­cial sen­si­bi­li­dad el cineas­ta ilus­tra la for­ma en que esa ano­ma­lía afec­ta a una entra­ña­ble pareja.

Stan­ley Tuc­ci y Colin Firth

Este docu­dra­ma pre­sen­ta a Tus­ker (Stan­ley Tuc­ci) y Sam (Colin Firth), ambos de edad madu­ra quie­nes des­de hace dos déca­das han com­par­ti­do un pro­fun­do víncu­lo sen­ti­men­tal sin que el trans­cur­so de los años pudie­ra haber­lo des­gas­ta­do. Con todo hay una oscu­ra nube que se cier­ne sobre ellos por­que hace dos años Tus­ker ha sido diag­nos­ti­ca­do de demen­cia pre­ma­tu­ra; él que es escri­tor pro­si­gue con sus apun­tes aun­que cada vez más le resul­ta difi­cul­to­so expre­sar sus ideas; por su par­te, Sam sien­do un renom­bra­do pia­nis­ta ha deja­do un poco de lado su pro­fe­sión para dedi­car más su aten­ción a su que­ri­do compañero.

Tenien­do en cuen­ta lo que ante­ce­de, a comien­zos del oto­ño ambos han deci­di­do empren­der un via­je en su fur­go­ne­ta rum­bo al noroes­te de Ingla­te­rra a lo lar­go de Lake Dis­trict (Dis­tri­to de los Lagos) para vol­ver a visi­tar algu­nos de los luga­res en que expe­ri­men­ta­ron la dicha de estar juntos.

En las pri­me­ras esce­nas se obser­va a Sam mane­jan­do el vehícu­lo y a Tus­ker como acom­pa­ñan­te, inter­cam­bian­do ani­ma­da­men­te con­ver­sa­cio­nes cir­cuns­tan­cia­les sal­pi­ca­das de humor. Eso no impi­de a Sam mani­fes­tar­se preo­cu­pa­do cuan­do Tus­ker le comu­ni­ca no haber traí­do sus reme­dios por­que los encuen­tra inú­ti­les y por­qué ade­más en un alto del camino su ros­tro deno­ta cier­ta con­fu­sión. Una para­da en la gran­ja fami­liar don­de vive la her­ma­na de Sam (Pip­pa Hey­wood) y en don­de los visi­tan­tes son obje­to de una gra­ta reu­nión sor­pre­si­va rodea­da de parien­tes y de vie­jos ami­gos, cons­ti­tu­ye uno de los feli­ces momen­tos del tra­yec­to. Al reanu­dar el reco­rri­do el rela­to va adqui­rien­do mayor dramatismo.

Es real­men­te enco­mia­ble cómo Mac­queen ha des­crip­to a estos dos per­so­na­jes y el modo en que ha sido carac­te­ri­za­do por dos excep­cio­na­les acto­res. Tuc­ci mara­vi­lla tras­lu­cien­do el sen­ti­mien­to de una per­so­na que aún lúci­da no desea ser una car­ga para su ama­do; es así que pre­fie­re poner fin a su exis­ten­cia antes que su enfer­me­dad pro­gre­se al pun­to en que lle­gue a per­der su capa­ci­dad cog­ni­ti­va y se con­vier­ta en un tris­te recuer­do para él. De su lado, Firth com­po­nien­do al alma del rela­to es insu­pe­ra­ble como el hom­bre que de nin­gu­na mane­ra quie­re ver par­tir a alguien que le ha dado sen­ti­do a su vida; las expre­sio­nes facia­les de Sam ‑cap­ta­das en pri­me­ros pla­nos por la cáma­ra del rea­li­za­dor- trans­mi­ten esa gran pena y angus­tia que lle­ga pro­fun­da­men­te al espec­ta­dor. Ambos intér­pre­tes logran una extra­or­di­na­ria sim­bio­sis refle­jan­do con excep­cio­nal auten­ti­ci­dad los dife­ren­tes mati­ces de inti­mi­dad que viven sus per­so­na­jes tan­to a tra­vés de las pala­bras como de los silen­cios mantenidos.

Cabe aplau­dir el bri­llan­te ofi­cio del cineas­ta quien ape­lan­do a una sobria y flui­da narra­ción ha obte­ni­do un estu­pen­do dra­ma román­ti­co don­de sus per­so­na­jes deben con­fron­tar la ineluc­ta­ble mor­ta­li­dad y avi­zo­rar el futu­ro del uno sin el otro.

Un deta­lle para des­ta­car es que el rea­li­za­dor en su con­di­ción de guio­nis­ta pre­fi­rió que sus pro­ta­go­nis­tas no fue­sen hete­ro­se­xua­les; pro­ba­ble­men­te su pro­pó­si­to haya sido el de demos­trar que cual­quie­ra sea la orien­ta­ción sexual de los miem­bros de una pare­ja lo que pre­do­mi­na es la nece­si­dad vital de amar y ser ama­do no obs­tan­te cual­quier obs­tácu­lo que se inter­pon­ga en el camino. Jor­ge Gutman

Ase­si­na­to Racial

JUDAS AND THE BLACK MES­SIAH. Esta­dos Uni­dos, 2021. Un film de Sha­ka King. 126 minu­tos. Dis­po­ni­ble, entre otras, en las pla­ta­for­mas de Ama­zon Pri­me, Cine­plex, Goo­gle Play, Apple TV/iTunes y Vidéotron.

Una vez más el cine ame­ri­cano incur­sio­na en la his­to­ria del movi­mien­to racis­ta que tuvo lugar en Esta­dos Uni­dos en la déca­da del 60 don­de el FBI aso­ló cruel­men­te con­tra los negros. Así como el memo­ra­ble Mar­tin Luther King fue uno de sus gran­des enemi­gos, des­pués de que fue­ra ase­si­na­do, la mira estu­vo con­cen­tra­da en Fred Ham­pton. Si bien la his­to­ria de este joven acti­vis­ta de los dere­chos civi­les fue obje­to de tra­ta­mien­to en el docu­men­tal de 1971 The Mur­der of Fred Ham­pton aquí nue­va­men­te lo con­si­de­ra el direc­tor Sha­ka King aun­que median­te un rela­to de ficción.

Daniel Kaluu­ya

Basa­do en el guión coes­cri­to por el rea­li­za­dor y Will Ber­son el rela­to comien­za en 1968 con el arres­to en Chica­go del afro­ame­ri­cano William O’Neal (LaKeith Stan­fi­eld) quien valién­do­se de una fal­sa pla­ca del FBI arra­sa en un bar don­de se encuen­tra un gru­po de negros y le roba a uno de ellos su coche. Al ser dete­ni­do, para evi­tar su encar­ce­la­mien­to por un perío­do de seis años y medio, acep­ta la pro­pues­ta de Roy Mit­chell (Jes­se Ple­mons), un agen­te del FBI diri­gi­do por J. Edgar Hoo­ver (Mar­tin Sheen), para actuar como infor­man­te de las acti­vi­da­des pla­nea­das por The Black Panthers del cual es miem­bro. Para Hoo­ver esta orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria izquier­dis­ta sur­gi­da en 1963 cons­ti­tu­ye una seria ame­na­za para la segu­ri­dad nacio­nal y por lo tan­to debe ser des­ba­ra­ta­da; el asun­to adquie­re mayor impor­tan­cia por el ascen­dien­te del caris­má­ti­co Fred Ham­pton (Daniel Kaluu­ya) quien pre­si­dien­do la filial de Illi­nois con asien­to en Chica­go del movi­mien­to con su bri­llan­te ora­to­ria logra per­sua­dir a sus miem­bros para defen­der sus legí­ti­mos dere­chos y luchar a muer­te con­tra la bru­ta­li­dad policial.

Así como Spi­ke Lee uti­li­zó en BlacKk­Klans­man (2018) a un poli­cía negro para infil­trar­se en el Ku Klux Klan, King uti­li­za un pro­ce­di­mien­to simi­lar con O’Neal; este repe­len­te per­so­na­je comien­za a cum­plir fiel­men­te con sus fun­cio­nes, tra­tan­do de ganar­se la con­fian­za de Ham­pton como su cho­fer y guar­da­es­pal­das e inclu­so lle­gan­do a ser su ami­go. Así, el dela­tor man­tie­ne infor­ma­do a Mit­chell sobre los pasos de Ham­pton has­ta que final­men­te el impla­ca­ble Hoo­ver con­si­de­ra que ha lle­ga­do la hora de des­ha­cer­se de él; en con­se­cuen­cia, con la com­pli­ci­dad del Depar­ta­men­to de Poli­cía de Chica­go y la Ofi­ci­na Fede­ral de Inves­ti­ga­cio­nes Ham­pton es aba­ti­do en su hogar el 4 de diciem­bre de 1969 a los 21 años de edad y pocas sema­nas antes del naci­mien­to de su hijo.

Rea­li­za­do con­ven­cio­nal­men­te, el gran méri­to de este dra­ma rea­lis­ta resi­de en el nota­ble luci­mien­to de su trío acto­ral. Kaluu­ya des­lum­bra al aden­trar­se ple­na­men­te en la per­so­na­li­dad del joven revo­lu­cio­na­rio. No menos fas­ci­nan­te es la inter­pre­ta­ción de Stan­fi­eld como un moderno Judas trai­cio­nan­do a Ham­pton al pro­pio tiem­po que expe­ri­men­ta la duda, inse­gu­ri­dad y temor que lo embar­ga al ser cons­cien­te de su corrup­ción moral. Ple­mons igual­men­te sale airo­so como el cíni­co fun­cio­na­rio que sabe cómo mani­pu­lar a su infor­man­te y satis­fa­cer de este modo los reque­ri­mien­tos de Hoo­ver. En un papel de apo­yo se des­ta­ca Domi­ni­que Fis­back como Debo­rah, la fiel y abne­ga­da com­pa­ñe­ra de Ham­pton y cola­bo­ra­do­ra de sus dis­cur­sos políticos.

Que­da como balan­ce un docu­men­to som­brío expo­nien­do uno de los tan­tos capí­tu­los dolo­ro­sos de la his­to­ria ame­ri­ca­na. A pesar de haber trans­cu­rri­do cin­co déca­das de los hechos rela­ta­dos, lamen­ta­ble­men­te la inti­mi­da­ción racis­ta sub­sis­te; como tris­te ejem­plo bas­ta recor­dar el homi­ci­dio del negro Geor­ge Floyd per­pe­tra­do por un sádi­co poli­cía blan­co en mayo de 2020. En todo caso resul­ta posi­ti­va la actua­ción del movi­mien­to Black Lives Mat­ter bata­llan­do con­tra   la injus­ti­cia, des­igual­dad y vio­len­cia de la que es obje­to la comu­ni­dad afro­ame­ri­ca­na en Esta­dos Uni­dos. Jor­ge Gutman

Fana­tis­mo Religioso

SAINT MAUD. Gran Bre­ta­ña, 2019. Un film escri­to y diri­gi­do por Rose Glass. 84 minu­tos. Dis­po­ni­ble en Apple TV/iTunes y Goo­gle Play Sto­re 

Una ambi­cio­sa temá­ti­ca es con­si­de­ra­da por la novel direc­to­ra bri­tá­ni­ca Rose Glass en Saint Maud. Aun­que de difí­cil cata­lo­ga­ción, este dra­ma psi­co­ló­gi­co se apro­xi­ma al géne­ro de terror incur­sio­nan­do en las con­se­cuen­cias del fana­tis­mo religioso.

Morfydd Clark

La acción que trans­cu­rre en una peque­ña ciu­dad cos­te­ra de Ingla­te­rra pre­sen­ta a Maud (Morfydd Clark) una intro­ver­ti­da joven enfer­me­ra encar­ga­da de cui­da­dos palia­ti­vos que ha deja­do su tra­ba­jo en el hos­pi­tal local por haber cau­sa­do la muer­te de un pacien­te; su nue­vo empleo es asi­mis­mo como enfer­me­ra a la vez que cui­da­do­ra en el hogar de Aman­da Köhl (Jen­ni­fer Ehle), una excén­tri­ca enfer­ma víc­ti­ma de cán­cer que en el pasa­do se des­ta­có como remar­ca­ble bai­la­ri­na y coreó­gra­fa. El pun­ta­pié de este víncu­lo gene­ra espe­cial intri­ga tenien­do en cuen­ta que Maud, imbui­da de apa­sio­na­da fe cris­tia­na, tra­ta con gran estoi­cis­mo de infun­dir solaz y con­sue­lo a Aman­da y a su vez con­ver­tir­la a su fe en tan­to que la hedo­nís­ti­ca ancia­na es com­ple­ta­men­te aje­na a la reli­gión. La cor­dial rela­ción esta­ble­ci­da entre ambas se inte­rrum­pe al poco tiem­po con la irrup­ción de Carol (Lily Fra­zer), una ínti­ma ami­ga de Aman­da a la que Maud tra­ta de impe­dir que la visi­te; esa acti­tud moti­va­rá su despido.

Des­de ese momen­to el rela­to adquie­re un giro ines­pe­ra­do al ilus­trar la meta­mor­fo­sis de Maud en una deli­ran­te y alu­ci­na­da per­so­na que cree reci­bir men­sa­jes de Dios; su des­equi­li­brio emo­cio­nal la impul­sa a tran­si­tar un errá­ti­co sen­de­ro inclu­yen­do encuen­tros sexua­les con extra­ños. A la pos­tre, su inten­so fana­tis­mo reli­gio­so la mue­ve a dañar su cuer­po y a auto­des­truir­se para final­men­te alcan­zar la subli­ma­ción a la mane­ra de una remo­za­da Jua­na de Arco.

La atmós­fe­ra de horror gene­ra­da por la con­duc­ta de Maud crea una sen­sa­ción de inco­mo­di­dad sin que el espec­ta­dor resul­te gra­ti­fi­ca­do. No obs­tan­te el exce­len­te desem­pe­ño de Clark el guión de la rea­li­za­do­ra no es lo sufi­cien­te­men­te con­sis­ten­te para per­mi­tir que se pue­da empa­ti­zar con su per­so­na­je; eso es debi­do a que resul­ta difí­cil cap­tar la psi­co­lo­gía de esta joven trans­for­ma­da en mons­truo, sin lle­gar a saber si obe­de­ce a los desig­nios de Dios o del demo­nio. En últi­ma ins­tan­cia esta pelí­cu­la es más bien vis­ta como un ejer­ci­cio expe­ri­men­tal aun­que sin alcan­zar el vigor dra­má­ti­co ni la emo­ción apre­cia­da en otros títu­los afi­nes como Repul­sion (1965) de Roman Polans­ki, The Exor­cist (1973) de William Fried­kin y Carrie (1976) de Brian De Pal­ma. Jor­ge Gutman

Una Comu­ni­dad de Jubilados

SOME KIND OF HEA­VEN. Esta­dos Uni­dos, 2020. Un film de Lan­ce Oppenheim. 83 minu­tos. Dis­po­ni­ble en cinemaduparc.com

El títu­lo de este docu­men­tal se refie­re a una comu­ni­dad cuyos inte­gran­tes pare­ce­rían encon­trar el paraí­so en The Villa­ges ubi­ca­do en el esta­do de Flo­ri­da. Se tra­ta de un dis­tri­to urbano que comen­zó a desa­rro­llar­se hacia fines de la déca­da del 80 y que hoy reúne apro­xi­ma­da­men­te 130.000 habi­tan­tes de la ter­ce­ra edad en lo que en prin­ci­pio cons­ti­tu­ye para ellos una suer­te de Dis­ney­lan­dia para jubi­la­dos. Ese inmen­so sec­tor, sin cer­co alguno, dis­po­ne de todo lo que se pue­de nece­si­tar inclu­yen­do sur­ti­dos nego­cios, can­chas de golf y tenis, pis­ci­nas, res­tau­ran­tes y bares. En suma, lo que se apre­cia a pri­me­ra vis­ta se ase­me­ja a una micro­ciu­dad de fantasía.

El rea­li­za­dor de 23 años Lan­ce Oppenheim ofre­ce en la pri­me­ra mitad del rela­to una visión gene­ral de este espe­cial lugar enfo­can­do algu­nas de las acti­vi­da­des rea­li­za­das por sus mora­do­res, dan­do la impre­sión de que se encuen­tran dis­fru­tan­do con lo que hacen, espe­cial­men­te cuan­do bai­lan en conjunto.

Den­nis Dean

El docu­men­tal alcan­za mayor dimen­sión cuan­do el direc­tor enfo­ca a cua­tro de sus resi­den­tes. Una de las mis­mas es Bar­ba­ra Lochiat­to quien con su mari­do habían lle­ga­do a The Villa­ges pro­ce­den­tes de Bos­ton y que al haber enviu­da­do debe tra­ba­jar a fin de poder man­te­ner­se; aun­que vivien­do en esa comu­ni­dad no se sien­te muy a gus­to, tam­po­co está en con­di­cio­nes de retor­nar a su ciu­dad natal a la que tan­to año­ra; entre­tan­to alber­ga la posi­bi­li­dad de ini­ciar un víncu­lo sen­ti­men­tal con un ven­de­dor de la comu­ni­dad. Reg­gie y Anne Kin­cer con­for­man un matri­mo­nio de 47 años de con­vi­ven­cia; si bien ella se encuen­tra afín en sus acti­vi­da­des atlé­ti­cas, está preo­cu­pa­da por su mari­do quien se ha vuel­to apar­ta­do y un tan­to afec­ta­do por pro­ble­mas men­ta­les. El cuar­to repre­sen­tan­te es Den­nis Dean, una espe­cie de hip­pie sol­te­ro de 81 años que pro­ce­den­te de Cali­for­nia con su camio­ne­ta en la que per­noc­ta ha deci­di­do per­ma­ne­cer en este paraí­so; espe­ran­do poder con­quis­tar a algu­na mujer de bue­na for­tu­na que lo man­ten­ga, mien­tras tan­to ha logra­do una vivien­da tran­si­to­ria en el hogar de una ex novia.

Es difí­cil pre­ci­sar si lo apre­cia­do en los cua­tro per­so­na­jes men­cio­na­dos pue­de ser una bue­na mues­tra de este inmen­so cen­tro de jubi­la­dos; en tal sen­ti­do, habría sido apre­cia­ble obte­ner una mejor idea sobre lo que sien­ten y pien­san otros veci­nos comu­ni­ta­rios. A pesar de que la visión glo­bal del docu­men­tal resul­ta un tan­to esque­má­ti­ca, de todos modos es loa­ble el tra­ba­jo efec­tua­do por Oppenheim quien median­te una bue­na fil­ma­ción nos impo­ne de la exis­ten­cia de un medio apa­ren­te­men­te idí­li­co que no es muy cono­ci­do por el res­to del mun­do. Jor­ge Gutman

Una Noche Turbulenta

MAL­COLM & MARIE. Esta­dos Uni­dos, 2020. Un film escri­to y diri­gi­do por Sam Levin­son. Dis­po­ni­ble en Net­flix

En su doble con­di­ción de rea­li­za­dor y guio­nis­ta Sam Levin­son enfo­ca la cri­sis de una joven pare­ja afro­ame­ri­ca­na. Aun­que la desin­te­gra­ción de un matri­mo­nio ha sido con­si­de­ra­da por el cine en varias opor­tu­ni­da­des, en este caso el aspec­to plan­tea­do se acer­ca más a lo que Edward Albee con­ci­bió en 1962 en su remar­ca­ble obra Who’s afraid of Vir­gi­nia Woolf que cua­tro años des­pués fue tras­la­da­da al cine.

Zen­da­ya y John David Washington

Bási­ca­men­te el guión gira en torno de los per­so­na­jes que dan títu­lo al film. En su comien­zo se obser­va a Mal­colm (John David Washing­ton), un joven direc­tor de cine que acom­pa­ña­do de su novia Marie (Zen­da­ya) de 25 años a la una de la noche regre­san a su sun­tuo­sa resi­den­cia de Mali­bú des­pués de haber asis­ti­do en Los Ánge­les al estreno de su ópe­ra pri­ma. Jju­bi­lo­sa­men­te él expre­sa su ale­gría comen­tan­do con Marie sobre la cáli­da aco­gi­da reci­bi­da de la crí­ti­ca y el públi­co asis­ten­te como así tam­bién su deseo de empren­der una carre­ra simi­lar a las de sus cole­gas de igual raza Spi­ke Lee y Barry Jen­kins. Demos­trán­do­le su amor a Marie ella no obs­tan­te se halla doli­da por­que en opor­tu­ni­dad de salu­dar al públi­co él expre­só su agra­de­ci­mien­to a medio mun­do pero se olvi­dó de men­cio­nar­la a pesar de que el film está ins­pi­ra­do en su his­to­ria per­so­nal de haber sido dro­ga­dic­ta. A pesar de que Mal­colm se excu­sa pidién­do­le dis­cul­pas, Marie no las acep­ta y esa des­ave­nen­cia es la chis­pa gene­ra­do­ra del endia­bla­do due­lo ver­bal que per­du­ra a lo lar­go del film.

El rela­to que se desa­rro­lla en tiem­po real y fil­ma­do en blan­co y negro con la valio­sa foto­gra­fía de Mar­cell Rév se nutre fun­da­men­tal­men­te de los diá­lo­gos enta­bla­dos entre ambos per­so­na­jes don­de aflo­ran resen­ti­mien­tos ocul­tos que se mani­fies­tan en vora­ces ata­ques mutuos y pos­te­rio­res recon­ci­lia­cio­nes. Por lo tan­to si en un momen­to ella lo acu­sa de medio­cre egó­la­tra y el repli­ca que es una des­es­ta­bi­li­za­da men­tal, pron­ta­men­te sur­gen los soli­lo­quios amo­ro­sos tra­tan­do de reme­diar lo ocu­rri­do. Des­pués de algu­nos inter­lu­dios que se pro­du­cen para res­pi­rar un poco de aire fres­co y ali­viar las ten­sio­nes, nue­va­men­te sur­gen las mutuas pro­vo­ca­cio­nes que alcan­zan un momen­to álgi­do cuan­do Marie, que ha sido una actriz que se reti­ró por su adic­ción, le recri­mi­na al novel direc­tor de no haber pen­sa­do en ella para asu­mir el rol pro­ta­gó­ni­co del film.

Es apre­cia­ble la bue­na des­crip­ción que Levin­son ha logra­do de sus per­so­na­jes al pro­pio tiem­po que obtu­vo de sus acto­res una nota­ble sol­ven­cia pro­fe­sio­nal para carac­te­ri­zar­los y hacer­les abso­lu­ta­men­te creí­bles. Washing­ton revis­te con com­ple­ta con­vic­ción, los atri­bu­tos de un indi­vi­duo que a pesar de que en algu­nos aspec­tos se lo mues­tra engo­lo­si­na­do en sí mis­mo dejan­do en un segun­do plano a su pare­ja, al pro­pio tiem­po reve­la su huma­nis­mo a tra­vés del esfuer­zo que vol­có en ella para res­ca­tar­la de su dro­ga­dic­ción; una esce­na anto­ló­gi­ca es la que el actor brin­da duran­te diez minu­tos en la aren­ga furio­sa que efec­túa su per­so­na­je tras haber leí­do por inter­net una crí­ti­ca del film publi­ca­da en Los Ange­les Times. En cuan­to a la pre­mia­da intér­pre­te de la serie tele­vi­si­va Eupho­ria, ella trans­mi­te la viven­cia emo­cio­nal de una mujer que aun­que domi­na­da por el pro­ta­go­nis­mo de su novio, no ha deja­do de amar­lo en los cin­co años de convivencia.

Que­da como balan­ce un dra­ma mari­tal en don­de bien podría apli­car­se el cono­ci­do refrán “por­que te quie­ro te apo­rreo” a tra­vés de las suce­si­vas esce­nas de amor-odio-amor. La obje­ción a esta his­to­ria es que si bien en prin­ci­pio resul­ta atra­yen­te, a la pos­tre pone a prue­ba la pacien­cia del espec­ta­dor debi­do a situa­cio­nes cons­tan­te­men­te repe­ti­ti­vas que ter­mi­nan exte­nuan­do; eso se inten­si­fi­ca aún más tenien­do en cuen­ta que su desa­rro­llo tie­ne lugar en un úni­co esce­na­rio don­de la pelí­cu­la adquie­re la natu­ra­le­za de una obra tea­tral filmada.

Más allá de cier­tos alti­ba­jos narra­ti­vos, Levin­son per­mi­te que su ejer­ci­cio expe­ri­men­tal explo­re la com­ple­ji­dad del amor con­yu­gal, el pro­ce­so crea­ti­vo del arte, el ego­cen­tris­mo de los acto­res, ade­más de cues­tio­nar sola­pa­dos aspec­tos racis­tas de los crí­ti­cos de cine y lan­zar algu­nos dar­dos mor­da­ces a la indus­tria del sép­ti­mo arte hollywoodense.
Jor­ge Gutman